El taller fue pensado originalmente sólo para hombres, pero se colaron algunas mujeres, algo que no preocupó a Jimmy Tellería que explicó la dinámica de participación y dejó la moderación a Henry Roldán, también de CISTAC.
Los psicólogos eran mayoría entre los participantes, pero también hubo una defensora comunitaria y un comunicador social. El moderador anunció que después de una introducción teórica, se promoverá un proceso reflexivo y, luego, una dinámica práctica con ejemplos de herramientas que se pueden adaptar a procesos formativos.
Se dio formalmente inicio al taller con una ruleta de preguntas: ¿Sólo los pobres sufren violencia? ¿La violencia es normal en toda relación? ¿La violencia se justifica? ¿Qué es la violencia? ¿Solo es violencia si hay golpe? ¿Se puede salir de una relación violenta? ¿La infidelidad merece castigo?
La ruleta giró hasta completar las preguntas que, luego, fueron respondidas una por una por los participantes del taller. De esa manera se fue construyendo colectivamente, con la guía y aportes del facilitador, el concepto de violencia y sus distintas manifestaciones.
La violencia no es necesariamente física, existen otros tipos de violencia, como la psicológica o la económica, todas reconocidas en la ley 348, dijeron los participantes. También coincidieron en que violencia no es un hecho aislado, sino un proceso que se da sistemáticamente hasta llegar a la agresión y a la forma más extrema como es el feminicidio.
Puntualizaron que aunque la violencia es injustificable tanto dentro como fuera de una relación, está normalizada, lo que impide que algunas personas se den cuenta que están viviendo en una relación violenta aun de las consecuencias tanto personales como para su entorno familiar. Acordaron que es difícil pero no imposible salir de una relación violenta y que el primer paso para lograrlo es que la persona afectada se dé cuenta de lo que está pasando.
Y en medio de esas consideraciones, el moderador llamó la atención sobre el concepto de interseccionalidad que plantea tomar en cuenta cómo varias categorías biológicas, sociales y culturales como el género, la etnia, la clase, la orientación sexual, la religión, la edad y otros ejes de identidad interaccionan en múltiples y simultáneos niveles.
Y después de una breve pausa se reinstaló el taller y Henry Roldán recordó que la violencia ocupa un papel importante en la construcción de las relaciones entre mujeres y hombres porque se trata de un fenómeno estructural para el mantenimiento de la desigualdad. Puntualizó que los estereotipos de género prefiguran los escenarios de la violencia no sólo sobre las mujeres sino también sobre hombres transgresores, para reafirmar los roles asignados socialmente y las conductas apropiadas de cada sexo. Desde el enfoque de las masculinidades, dijo, se plantea que la violencia hacia las mujeres no afecta exclusivamente a las mujeres pues en realidad los hombres son víctimas de su propia violencia. Las formas, modalidades, intensidades y frecuencias de las violencias son distintas, pero no son exclusivas de un género. Cuestionar el modelo hegemónico de masculinidad significa buscar nuevos modelos y expresiones de la masculinidad, indispensables para cambiar las relaciones entre las mujeres y los hombres y favorecer unas relaciones sociales más justas y equilibradas.
“Lo masculino, como definición, es el conjunto de prácticas, actitudes que hacen referencia al cuerpo masculino, que generalmente está adjudicado a los hombres. Al hablar de masculinidad se haría referencia a aquellos comportamientos que hacen a lo masculino. Todo aquello que los hombres dicen, hacen y piensan para ser definidos hombres. En este hacerse, en este decirse, en este pensarse, participan otras dimensiones: yo soy hombre porque hago lo que otros hombres hacen y yo soy hombre porque no soy mujer”, subrayó.
Se abrió el debate. En general los comentarios complementaron lo ya dicho por el moderador, pero una voz se impone para señalar que “el hombre no sólo se quiere diferenciar de la mujer, sino también de los hombres que se salen de la masculinidad hegemónica, los hombres que no son considerados hombres, como los homosexuales y también los niños”. Y en el intercambio surge el tema obligado: la pandemia que, para muchos, abrió la posibilidad de un cambio porque “ha queda demostrado que tanto hombres como mujeres somos iguales, todos somos vulnerables”. No faltó quien dijo que “el hecho de que muchos hombres tuvieran que pasar más tiempo en sus casas, incluso por haber perdido sus fuentes laborales, lograron conectar más con sus emociones”. Una de las participantes contó que tuvo a su cargo una línea de la línea expresando su frustración porque los niños no les hacían caso o porque se sentían agobiados por las actividades domésticas de mantenimiento y cuidado y se daban cuenta de su importancia” e insistió que “El hecho de que expresen su impotencia en diversos aspectos a través de una línea de contención es bastante significativo”. No faltó quien pidió “no que perder de vista que el confinamiento también ha sido una de las causas del incremento de la violencia familiar y de los feminicidios”. Y el facilitador puso acento en que “los índices de muerte en hombres no siempre son biológicos, también son sociales” y no parece casual que los índices de contagio sean mayores en hombres que en mujeres. Y otro participante complementó que “los riesgos no siempre pasan por una estructura biológica, pasan también por una estructura social, relacionada con roles y mandatos”. Hubo coincidencia respecto a que la pandemia fue un tiempo de aprendizaje para muchos hombres, pero a la vez de reconfiguración de actitudes relacionadas con los roles de género.
Para la tercera parte del taller se había programado un juego virtual, pero problemas de conectividad obligaron a copiar a mano las frases y preguntas que hacían parte del ejercicio lúdico.
Y en esa dinámica se volvió sobre el concepto de violencia. Una de las participantes la definió como “el ejercicio de poder de una persona sobre otra que es más vulnerable, que es más fácil de someter a través de la coerción, la amenaza y la intimidación. El sometimiento puede estar relacionado a factores económicos, sin embargo, muchas mujeres aunque generen dinero siguen subyugadas”. El comentario derivó en la pregunta, ¿en qué gastan los hombres y en qué gastan las mujeres? Y la respuesta no dejó dudas. Los hombres gastan en sí mismos mientras que las mujeres suelen destinar su dinero a compras para la casa.
El facilitador decidió profundizar la reflexión y preguntó si consideran que la educación machista predispone a la violencia. Los participantes asintieron, “porque la educación genera expectativas diferenciadas para el desarrollo intelectual y las habilidades de hombres y mujeres. Las mujeres son alejadas del mundo de la ciencia, la tecnología, las matemáticas, afirmando la idea de que sus capacidades y habilidades no están en esas áreas, sino en la maternidad y en las tareas de cuidado”.
Henry Roldán resaltó la importancia de la dinámica del taller porque “Es impresionante cómo vamos relacionando. Hemos empezado con una palabra, que es violencia, nos hemos metido a una estructura un poco más grande que es la del género, para relacionarla con la masculinidad y ahora estamos relacionando la educación machista y el ejercicio de ésta a través de las prácticas como la violencia”.
“El machismo de alguna manera se va reestructurando, se va reconfigurando y en esa reconfiguración, las relaciones entre hombres y mujeres no cambian” puntualizó.
Dijo que es más adecuado hablar de violencia machista que de violencia de género, puesto que los hombres actúan a partir de un privilegio y con una intención. “Si bien hombres y mujeres nos construimos bajo estructuras y modelos de ser hombre y modelos de ser mujer, existe un modelo hegemónico de masculinidad y un modelo hegemónico de feminidad. En el modelo de masculinidad se aprende como mantener los privilegios, mientras que en el modelo de feminidad se determinan las condiciones para ser buena mujer. Y “la violencia machista se sustenta en privilegios”.
Uno de los participantes retrucó y aseguró que no hay consenso sobre cómo denominar este tipo de violencia porque Unicef habla de violencia en razón de género, Naciones Unidas la denomina como violencia basada en género, el Código Niño, Niña, Adolescente habla de violencia de género, pero no se menciona el término violencia machista. Y remató diciendo que “hay muchos motivos para matar a una mujer y que es por razón de género, no por razón machista”.
El comentario provocó variadas reacciones. “Hay que entender que la violencia machista no es sólo contra las mujeres, también se da contra otros hombres” “La violencia machista es parte también de un constructo social que está dentro de nosotros, la violencia se aprende, entonces tendremos que desaprender esto que se nos ha ido inculcando” “Nos han formado en la idea de que la violencia es la forma más rápida de resolver conflictos” “La violencia machista se sustenta en la idea de superioridad del hombre respecto a la mujer”.
Segundo día de taller. Henry Roldán recapituló las reflexiones del día anterior sobre género, roles y mandatos, y sobre masculinidad hegemónica y recordó que quedó abierto el debate sobre violencia de género o violencia machista. Se formaron 3 grupos de manera aleatoria y se abrió un periodo de 15 minutos para la reflexión.
En la Sala 1, Carla, David y Reni decidieron no asumir un posicionamiento y concluyeron que ambos conceptos pueden ser usados al trabajar en la erradicación y prevención de violencias, sea contra una mujer o un hombre indistintamente. En la Sala 2, Ana María, Brandon, Humberto y Hans no llegaron a un acuerdo y se colocaron en el fiel de la balanza “tanto la violencia machista como la violencia de género se complementan”. Pero Hans concluyó que la violencia machista es más amplia porque es la mayor forma de expresión del patriarcado y se ejerce no sólo sobre las mujeres sino también sobre otros hombres; en cambio, la violencia basada en género se centra en la violencia dirigida a las mujeres. Sala 3, Carlos, Cintia, Mitzel, Sergio, declararon que no son expertos en el tema, reflexionaron sobre violencia en general y no conciliaron sus distintas percepciones.
El moderador asumió la tarea de colocar los términos en su lugar. Explicó que antes de que se hable de violencia de género se hablaba de violencia doméstica, hay un proceso evolutivo. Y para complejizar la reflexión, dijo que según el sociólogo y matemático noruego Johan Galtung, hay 3 tipos de violencia: la directa, la estructural y la cultural. La directa sería visible, pero las otras dos no. Existen cierto tipo de violencias sutiles, que son denominadas micromachismos.
Un receso previo a la segunda parte del segundo día de taller para reflexionar sobre el video “Una historia sobre el feminicidio” en trabajo grupal. Al cierre, el moderador dejó dicho que el machismo es un “conjunto de prácticas, comportamientos, creencias y dichos aprendidos que resultan ofensivos contra el género femenino” y “busca mantener el privilegio de hombres sobre otros hombres (los vistos como diferentes al modelo hegemónico masculino) y sobre todo las mujeres”.