Protocolo de atención de salud de los hombres. Una mirada desde el autocuidado

Gustavo Flores, especialista en salud y coordinador de Santa Lucía S.E.G.A., proyecto de restitución del derecho a la salud, pidió cámaras abiertas a todas las personas que fueron parte del taller sobre el Protocolo de atención de salud de los hombres. Una mirada desde el autocuidado y anunció queVamos a tener un enfoque salutogénico, no va a ser basado en la enfermedad”. 

Explicó que el objetivo específico del taller es “promover la participación de los hombres en autocuidado, ejercicio de la paternidad, atención en servicios de salud de primer nivel con enfoque en la prevención de la violencia y salud sexual y salud reproductiva”.

Y para ello, dijo que promoverá la reflexión sobre lo que significa ser un hombre; abordar las necesidades de salud de los hombres; reflexionar sobre las desigualdades de salud de los hombres respecto a las mujeres y sobre las desigualdades de salud entre las diferentes formas de ser hombre.

Pidió a los/as participantes pensar en tres declaraciones sobre sí mismos, dos verdaderas y una falsa y luego promovió un intercambio de opiniones sobre esas formulaciones.  Propuso elegir un nombre para designar al grupo que por mayoría decidió llamarse “Varones en acción”. 

Gustavo Flores inició su exposición con datos sobre las causas de muertes en hombres en América Latina, desde el nacimiento, y destacó que, en el rango de 14 a 20 años, es cuando las causas de muerte se asocian directamente con el machismo y con la violencia interpersonal, los suicidios,  trastornos por consumo de drogas y ahogamientos. El suicidio es recurrente a lo largo de los años y en los 50 empiezan a manifestarse las consecuencias de los hábitos, principalmente alimenticios y de consumo de cigarro y alcohol. 

Pidió poner atención al hecho de que la primera causa de muerte son los homicidios, tanto en hombres como en mujeres, pero a continuación preguntó ¿quién mata a las mujeres?… los hombres y concluyó que “pareciera que de todo esto fuera culpable la masculinidad hegemónica”.   En el caso de las muertes por accidentes viales, se mueren muchos hombres pero un alto porcentaje de muertes de mujeres ocurre en accidentes producidos por hombres.  En relación a los suicidios, 3 de 4 casos son hombres y solo uno es mujer.  Aparecen también las muertes por exposición a fuerzas mecánicas, por ejemplo, en construcción. 

“Muchos hombres no van a los centros de salud y se mueren y no sabemos por qué se han muerto. Ese es el iceberg que se intenta mostrar. El hombre tiene un malestar que se ve y otro malestar que no se ve. Lo importante es cómo visibilizar esos malestares, que yo los he denominado angustias, porque la angustia marca la vida de muchos hombres, y hay consecuencias, algunas visibles, en temas de salud”, dijo.

Advirtió que algo que llama la atención es la mortalidad precoz de los hombres, como consecuencia de hábitos no saludables, “ser padres ausentes tiene un alto costo en la salud, tanto como no tener papá y no asumir la paternidad”. 

Desde un enfoque interseccional, señaló que “hay mucha vulnerabilidad de los hombres cuando están enfermos, ya que por sí no van a los servicios, pero también el ser indígena ser una variable importantísima en nuestro país”.  Y añadió que cuando se habla de temas de salud suele haber mucha resistencia, porque el machismo impone “la lógica de “hasta que el cuerpo aguante” y a veces tu cuerpo no te va a aguantar”. 

Y para cerrar la primera parte del taller, propuso un juego sencillo,  que consistió en adherir o rechazar un listado de afirmaciones: “es más fácil ser hombre que mujer”; “las mujeres son mejores padres que los hombres” , “lo mejor para un niño es tener una madre  y un padre”, “está bien que un hombre sea emocional en público”, “está bien que una mujer lleve condones”, “los hombres necesitan tener relaciones sexuales más que las mujeres”, “Las mujeres y los hombres básicamente quieren las mismas cosas en una relación”, “Si alguien cuestiona mi virilidad, debe defender mi reputación con fuerza”.

Gustavo Flores reinició el taller y mostró que la esperanza de vida al nacer es menor en el caso de los hombres (65,5) respecto a las mujeres (70,4), “podríamos decir que “el hombre es más débil”, porque hay una tendencia también a decir que los hombres se mueren más por la selección natural, pero no es así, porque las principales causas de muerte son producto de conductas y hábitos”. 

¿Cuál será la causa para que mueran más jóvenes los hombres? Preguntó, y respondió de inmediato que influyen la cultura, la pobreza, el nivel de instrucción, pero también los hábitos, especialmente los alimenticios y el consumo de alcohol. 

Planteó que es necesario formular políticas de prevención. “El cuidado cambia el paradigma de la salud pública. Aparte de cuidarse, hay cosas que vamos a hacer a lo largo de toda nuestra vida, que van a influir en los resultados de nuestro envejecimiento y la aparición de enfermedades, especialmente las no transmisibles. Ahí es donde empezamos a pensar en el concepto de “curso de vida”. 

Detalló que actualmente en el Ministerio de Salud hay un programa de primer nivel, que se llama el continuo de la atención en el curso de vida que busca incorporar la atención integral a la salud de las personas. “No incluye el enfoque de masculinidades, lo estamos desarrollando, hemos estado contribuyendo con algo de experiencia”.

“Hay que entender que como estamos, no es un proceso lineal. Nos trazamos una trayectoria como personas y esa trayectoria va a tener cambios o transiciones. Esas transiciones van a estar determinadas principalmente por sucesos vitales”. 

Planteó que es necesario intervenir en el curso de vida de las personas en un determinado lugar, que puede ser la casa, el trabajo, la plaza, el campo deportivo… diferentes escenarios donde los hombres se sienten más a gusto para hablar de salud. Insistió que “los resultados en salud se potencian, cuando el mismo individuo tiene la capacidad de hacerse responsable de su propia salud”.

¿Qué decimos respecto a la salud?, preguntó y dijo que “tendríamos que hacer un taller solamente de las categorías lingüísticas que se utilizan en salud, porque a veces nuestro discurso en la tele o en el centro de salud, contradice la información biológica básica y mezcla temas de género y excluye a los hombres, por ejemplo, de la reproducción”. 

Insistió en que cada quien tiene que luchar por su derecho a la atención en salud y desarrollar la habilidad del cuidado. “Eso se tiene que enseñar desde niño. Todos los hombres deberíamos ir a control cada 6 meses”. 

Alguien interrumpió y destacó que “no hay confianza en el sistema de salud, no existe el hábito cultural de asistencia a controles y tampoco ayudan en eso las instituciones públicas”. 

Y alguien más complementó que “El tema de cuidado se asocia mucho a lo femenino. Desde esta construcción binaria entre hombres y mujeres y desde la distribución de las tareas, el cuidado está destinado, hacia las mujeres. Es importante darse cuenta que estás en un proceso de autodestrucción”. 

Y siguió otro comentario, esta vez respecto a lo ya dicho sobre la paternidad. “No podríamos generalizar que la paternidad te ayuda a pisar suelo, cada historia es diferente. Hay que pensar cómo involucrar a los hombres en su derecho paterno y en sus responsabilidades reproductivas. En donde trabajo hacemos campañas de vasectomías, y hay datos interesantes. El año pasado hemos hecho más o menos 100 vasectomías en La Paz. En Santa Cruz hemos hecho 50, y de esos 50, el 80% eran collas. En Trinidad los dos que se han hecho son collas. Creo que es interesante analizar que el trabajo que se ha hecho en feminismo, género y demás, llega más en regiones donde el machismo no está tan arraigado”. 

Y entonces una voz sugirió: “Creo que es bueno ampliar el concepto desde la integralidad, como ser humano. Es necesario abordar desde tres enfoques entrelazados: lo biológico, lo psicológico y lo social”.

Gustavo Flores, no se guardó nada, presentó una sucesión de diapositivas con mucha información, demasiada información que, a ratos, era difícil procesar.  Todo hacía ver que no quería dejar un solo cabo suelto en su afán de promover la responsabilidad del autocuidado en salud en los hombres y a lo largo de toda la sesión puso énfasis en los factores estructurales, sociales e individuales que condicionan esa responsabilidad. 

Y cerró el taller dando la palabra, pidiendo, especialmente a los hombres, aportes y comentarios.

  • “Muy interesante lo que nos has presentado, es siempre bueno conocer experiencias y tratar de ver cómo aplicamos a nuestra realidad”. 
  • “El espacio ha sido muy reflexivo. Me llevo la pregunta ¿qué podríamos hacer para que los varones puedan asumir el cuidado de la salud?  Hemos visto las causas, pero hay que ver cómo solucionamos”. 
  • “Me gustó ver que hay varones interesados en estos temas, dispuestos a hablar de este tema, con ganas de involucrarse, de intercambiar con otros, eso es un estímulo y una esperanza”.

Estrategias comunicacionales para promover la corresponsabilidad del cuidado

Denisse Guerra y Elizabeth Ayoroa consultoras en estrategias comunicacionales, dieron inició al taller, reconociendo que comunicacionalmente se ha hecho muy poco en relación a los trabajos de cuidado y, por tanto, la Plataforma Ciudadanía es pionera en este campo.

Luego de escuchar a las personas que participaron en el taller, anunció la presentación de una selección de campañas publicitaria.  Dijo que todas eran muy parecidas entre sí, pero una aportaba con algo diferente y, pidió poner atención para detectar esa diferencia.

  • Campaña1, La Villita, “Yo no trabajo” 

Preguntan a cientos de hombres casados con amas de casa, ¿A qué se dedica tu mujer? La mayoría respondió lo mismo: “No hace nada” “No va a trabajar” “No trabaja”. Y una voz de fondo afirma “Menos mal que no trabaja”, pero las imágenes muestran el montón de cosas que hacen las mujeres “porque no trabajan”… todo el trabajo de cuidado que hacen las mujeres.   Y al cierre, el mensaje: “La próxima vez que te pregunten a qué se dedica tu mujer, piensa, aunque sea un segundo en esas mujeres a las que se le va la vida en no trabajar”.

  • Campaña 2: En busca de la corresponsabilidad

Van contando historias de mujeres para ejemplificar los datos sobre “responsabilidades familiares y domésticas”. Y detalla que “La mujer encuentra más barreras debido a que suelen recaer sobre ella las responsabilidades familiares. El 95% de las personas que no pueden plantearse buscar un trabajo porque tienen que encargarse de la familia, son mujeres.  De las solicitudes de permiso laboral para cuidar personas dependientes el 85% son solicitadas por mujeres.  Las mujeres también tienen que combinar trabajo con el cuidado de la familia, por lo que toman más trabajos de medio tiempo, tienen un salario menor y cobrarán a futuro una pensión menor.  Todo eso está llevando a un empobrecimiento de la población femenina. El 70% de las abuelas mayores de 65 años ha cuidado o cuida a sus nietos mientras los padres trabajan. La desigualdad hace que estemos desaprovechando el talento de las mujeres. Es hora de plantearnos el lugar que queremos conceder a la conciliación en nuestra sociedad y cuál es nuestra responsabilidad.  Y no se trata de ayudar a las mujeres, sino de poner en marcha políticas realistas e involucrarnos las personas, las empresas y las instituciones. No es asunto sólo de mujeres, es uno de los grandes retos del siglo XXI.” 

  • Campaña 3: “No me ayudes” 

Campaña de Mr. Músculo… aparecen varias mujeres haciendo labores del hogar y diciendo: “Si ves que estoy cansada, no me ayudes”, “si ves que estoy ocupada, no me ayudes”, “cuando creas que me estás ayudando, no me ayudes”.  Y en el cierre, el mensaje claro: “Porque cuando dices que ayudas estás asumiendo que es mi responsabilidad”, “no se trata de ayudar se trata de que sea compartido”, “hagámoslo juntos, cincuenta, cincuenta”.

  • Campaña 4: La Villita, “Juntos lo hacemos mejor”

Comienza con un mensaje: “El cambio social comienza en el hogar”.  Las mujeres van pidiendo a los hombres que cumplan con algunas tareas del hogar y reciben como respuesta: “uff… la lavadora?”, “es que esto de los platos no se me da”, “pero si tú planchas mucho mejor que yo”, 

Las mujeres responden: “Claro, es que no tienen esa habilidad” “¿Acaso piensan que nosotras nacimos sabiendo?”, “Como todo en la vida, esto también puede aprenderse”. 

Los hombres pasan a la “Escuela del Hogar”. Una escuela pensada para acabar con todo tipo de excusas.  Y reciben entrenamiento para todo tipo de tareas: freír un huevo, sin miedo al sartén; aprender las funciones de la lavadora: “centrifuga de 0 a 100 en 3.2 segundos” “¿por dónde se pone la ropa?”; y deben pasar el examen del planchado de ropa; como usar la licuadora; mientras el profesor de la escuela los incentiva diciéndoles que demuestren que pueden. Termina con un mensaje: “¿Sabes que es lo mejor de esta escuela? Que no se necesita venir. Compartir las tareas del hogar es algo que se practica en casa. Porque el hogar no es deber de nadie, sino tarea de todos” 

  • Campaña 5: PMA igualdad en las responsabilidades del hogar

“Un momento compartido con la familia Ceballos en Ecuador”, se trata de un corto animado, que muestra la cotidianidad de la familia. La hijita Vero pasa el día en la casa de la abuelita y Julio (el padre) la recoge después de una dura jornada de trabajo. La abuela les regala una gallina. Julio y su hija alistan los alimentos para preparar la última comida del día. Cuando Alicia (la mamá) llega a casa, cansada de vender jugo de naranja bajo el sol o la lluvia, se suma a la preparación de la comida. Todos ayudan en la preparación de la comida. Carlos (el hijo) llega del colegio con pan del pueblo. Y van mostrando otras escenas con división de tareas para recoger la mesa, lavar los platos, etc. Termina con una invitación a los miembros de la familia a compartir juntos las tareas del hogar y construir un ambiente de armonía y bienestar.

Las campañas motivaron a la reflexión, las personas que participaron del taller, comentaron los mensajes, eligieron su campaña preferida.   Y luego de un corto intercambio, Denisse Guerra, lingüista, especializada en comunicación institucional para los derechos humanos, inició una presentación sobre el Trabajo del Cuidado, “históricamente invisibilizado” y, que según afirmó en base a cálculos de algunas investigaciones, es “Equivalente a trabajo de 8 horas diarias sin remuneración”.  

 Dijo que en Bolivia 4.5 millones de personas requieren cuidados y que “Las mujeres bolivianas dedican cerca 7 horas a los trabajos de cuidado, la mitad de lo que dedican los hombres” y advirtió que cuando las mujeres asumen los trabajos de cuidado, renuncian a otros espacios como la educación, la salud, etc.

Luego habló de comunicación en sí, y refirió que “todos los videos que acabamos de ver son estrategias comunicacionales. Y sus objetivos eran: reconocer el trabajo de cuidado; mostrar el ahorro al estado, a la familia, y a las empresas; que solo las mujeres asuman el TC les priva de acceso a la salud, la educación y proyectos de vida; Llevar el debate de lo privado a lo público: y hacer cumplir o poner en debate la normativa vigente. 

Luego de un breve intercambio de opiniones dio inicio a la segunda parte del taller y advirtió que “No hay ni modelo ni receta en cuanto a temas de comunicación, estamos explorando, estamos innovando, estamos promoviendo, estamos con ensayos piloto, con campañas nuevas, diferentes”. 

Y detalló que están aplicando algunas metodologías relacionadas con la teoría del cambio para desarrollar la comunicación para el cambio del comportamiento. “Es una oportunidad de generar cambios colectivos en diferentes niveles, y sobre todo poder incidir a nivel público, porque es la única manera realmente de lograr un impacto grande y alcanzar una transformación, un cambio social, para lograr la corresponsabilidad de los trabajos del cuidado”

Dijo que la comunicación para la corresponsabilidad se propone visibilizar al cuidado desde el valor económico; promover el involucramiento y participación activa de los hombres; generar espacios de promoción del cuidado y corresponsabilidad, entre otros; y, además contribuir al cambio en la comunicación. “Lo que queremos ver es justamente el cambio social, desarrollar cambios importantes en este contexto, partir de una falta de compromiso, falta de empatía hacia las mujeres y pasar a un ambiente de una cultura de respeto, una cultura de cuidados, de cuidados de la vida, de cuidados del hogar, de cuidados en todos los sentidos y en todos los quehaceres de la vida cotidiana y pública”. 

 Realizó una detallada explicación sobre los pasos que debe seguir una estrategia de comunicación y el cambio social, desde la definición de los y las interlocutoras (público) y dijo que “Dependiendo del nivel, podemos trabajar con decisores, autoridades, líderes en general, que influyen, que definen, que toman decisiones sobre el destino del país en políticas públicas, sociales, económicas”. 

Dijo que la sociedad civil es un espacio muy amplio y diverso por lo que es importante buscar líderes de opinión, líderes comunitarios, personas que puedan hacer de puente por su capacidad de influencia, por su credibilidad, por su prestigio entre sus pares, y centrarse en las familias que es donde se puede ejercer la corresponsabilidad del cuidado. 

“No descuidar que una estrategia de comunicación, así como ve lo colectivo, ve también lo individual. Y lo individual es importante porque ahí precisamos los quehaceres, los pensares, los sentires”.  Aclaró que teniendo claro la corresponsabilidad del trabajo de cuidado, se puede construir los mensajes. 

Recalcó que la teoría del cambio aplicada a la comunicación se ha usado en muchos campos. En temas de salud se ha trabajado justamente para cambiar prácticas y comportamientos nocivos para la salud. Por ejemplo en la nutrición, para promover la lactancia materna, seguridad alimentaria. “Ahora lo vemos como muy lejano, pero es muy factible. Se han adoptado un conjunto de prácticas adecuadas, obviamente para mejorar la calidad de vida de las personas, desde estas estrategias comunicacionales, desde este enfoque de la teoría del cambio”, puntualizó. 

Luego de las exposiciones, organizaron grupos para analizar las campañas presentadas al iniciar el taller, tomando en cuenta las siguientes interrogantes: ¿Visibiliza el trabajo de cuidado o refuerza los estereotipos de género? ¿Usa un lenguaje inclusivo? ¿Apela a la corresponsabilidad familiar, social o estatal? ¿Qué mensajes deja la publicidad? 

  • Grupo 1: 

Eligió el video de la familia Ceballos, como la propuesta diferente, porque “muestra una situación deseable, sin confrontaciones, no habla de las diferencias sino de lo que se desearía. El resto de videos muestran la polaridad”.   Y se inclinó por la campaña “No me ayudes” porque hace explícito el tema de la corresponsabilidad. 

En opinión de una parte del grupo la campaña de la Escuela de Padres “refuerza los estereotipos”. 

  • Grupo 2:

No llegó, hemos llegado a consensos, pero una mayoría eligió las campañas “No me ayudes” y “Yo no trabajo” como las más impactantes.  

  • Grupo 3: 

Eligió la Escuela de Hombres como la campaña diferente, centrada exclusivamente en los hombres y porque aporta romper los estereotipos que rigen en la división de las tareas del hogar. La campaña “No me ayudes” cuestiona tanto a hombres como a mujeres, pero causa impacto por sus mensajes directos, y la campaña “Yo no trabajo” fue evaluada positivamente por su interpelación a los estereotipos de género y su cuestionamiento a la desvalorización de los trabajos de cuidado.

Masculinidades y cuidados

Jimmy Tellería se encargó de presentar el taller y dejar en claro que su finalidad es “iniciar una reflexión crítica, como hombres, de nuestras propias prácticas y subjetividades en el tema de cuidados y masculinidad, pero también un posicionamiento político sobre cómo estamos mirando el tema de los cuidados, desde la provisión de los sistemas públicos de salud, desde el Estado, desde los sistemas públicos de cuidados y, por supuesto, desde nuestra capacidad de incidencia y transformación social”.  Y dejó con la palabra a Santos Saico, educador en género y masculinidades, activista en derechos humanos, con formación en Trabajo Social, en la UMSA, facilitador del taller dirigido exclusivamente a “compañeros masculinos”. 

Lo primero que pidió fue participación, “porque es un taller para la reflexión colectiva. No es sólo una exposición, es un taller”. 

Cámaras encendidas y empezó la presentación de los participantes.  Uno a uno, respondieron qué les gusta hacer en el hogar, qué les gusta hacer fuera y qué les provoca hablar de cuidado. Participación obligatoria. 

Javier Reynaldo Romero Flores: Actualmente vivo en Cochabamba, soy de Oruro. Tengo formación de pregrado en antropología, y uno de los ejes en la formación es el tema género, y normalmente se trabaja como feminismo, es un sesgo importantísimo en todas las formaciones de género. Entonces, poco a poco a mí me ha interesado el problema del racismo y he tratado de comprender la dinámica interna del racismo que vivimos y un fuerte componente es el machismo. Aunque sé que hace como 20 años atrás, ha empezado a sonar el tema de masculinidades, para mí ha sido una sorpresa encontrar esto, porque no sabía que en Bolivia se estaba trabajando el tema. Estoy comenzando a entrar al tema de masculinidades. Esa es la razón por la que estoy aquí. Soy heterosexual, orureño, antropólogo, profesor universitario. 

Alejandro Abarca Díaz: de Chile, Trabajador Social, y me desempeño como académico de la Universidad Católica de la Santísima Concepción. Llegué al tema de género a partir de las víctimas de violencia de género. Me acerqué al mundo de las masculinidades trabajando en algunos temas de paternidad. Considero que lo personal es político y me considero militante de estos temas, lo trabajo con estudiantes y también intento ser coherente en casa, mostrando con el ejemplo a mis hijos. 

Gustavo Benitez: de Paraguay, trabajo en el Ministerio de la Mujer como jefe del Laboratorio de Innovación de Políticas Públicas. Me interesa el tema porque Paraguay está en el proceso de diseño de su primera política nacional de cuidados. Se intenta meter ejes de masculinidades para la redistribución del trabajo doméstico y de cuidados. 

Wilmer Galarza: Soy miembro del Colectivo de las Diversidades Sexuales y de Género de Cochabamba. Hace algunos años me interesó el tema de las masculinidades, por una motivación muy personal. Me parece apasionante. El último tiempo me he dedicado fuertemente a incidir en espacios con la sensibilización y la información sobre el tema de masculinidades. Soy coordinador del Consorcio Cuerpo y Ciudadanía en Cochabamba, que trabaja el tema de masculinidades y este tema específico de cuidados es algo que debemos trabajar socialmente, aprovechando el importante amparo constitucional. Hay que trabajarlo de manera política en todos los ámbitos para que cale en la sociedad. 

Manuel Coronel: Psicólogo, actualmente en descanso laboral, por lo que aprovecho para asistir a estos eventos. Tengo 35 años y el afán de adquirir conocimientos y apoyar en la deconstrucción de estereotipos y pensamientos que se instaura en los varones desde pequeños. Pienso que entre varones también debemos apoyarnos, porque cada vez es más fuerte la lucha entre varones. Soy de Chayanta, al norte de Potosí. 

Wilson Santiesteban Torrez: Soy coordinador del Colectivo Angirü, que trabaja principalmente con adolescentes y jóvenes en el departamento de Tarija.  También soy miembro del Consorcio Boliviano Cuerpo y Ciudadanía y parte de la Plataforma Nacional de Corresponsabilidad Social y Pública del Cuidado. Estoy interesado en conocer parte de las experiencias, del trabajo que existe en torno a las masculinidades. Trabajamos el enfoque de masculinidades también. 

Wilmer Rocha: Trabajo en Ciudadanía. Soy comunicador y en el trabajo surgió el interés por el tema de masculinidades, también por otro taller de CISTAC. Ahora estudio el tema de masculinidades porque me interesa conocer más del tema y su relación con los cuidados, que se está trabajando bastante en Ciudadanía. 

Omar Tito: Trabajo en CIES La Paz. Me interesa porque participé en un curso de masculinidades. Me ayudó a crecer personalmente y cambiar de pensamiento. Tengo una hija a la que quiero apoyar como padre, ser lo más consciente posible, en su formación. Por eso cuando vi las jornadas en facebook me llamó la atención. 

Javier Lobatón: De La Paz, trabajo en CEPROSI, con temas de género, luchas del feminismo, y en esos caminos el tema de masculinidades ha sido instaurado como una línea de acción. Quiero reforzar, compartir, seguir aprendiendo. También soy miembros del Consorcio Cuerpo y Ciudadanía. 

Joaquín: Soy de Potosí, trabajo en la fundación ACLO. Tengo la expectativa de enriquecer nuestros conocimientos, ampliar metodologías de trabajo en temas de masculinidades. Como institución venimos trabajando hace dos o tres años con esas temáticas con las poblaciones indígenas y campesinas, pero también recientemente con los colegios, es una población importante para generar cambios. 

Franz Alfredo Serrano Condori: Soy parte del Consorcio Cuerpo y Ciudadanía de la ciudad de El Alto. Aprendiendo más sobre cuidado, antes de la pandemia empezamos a aprender sobre el tema y ahora otra vez seguimos. 

Santos Saico, retomó la conducción del taller y recordó que la pandemia dejó a los hombres en sus casas para precautelar la salud  y fue una oportunidad para constatar que “a veces los hombres, en nuestra construcción masculina, pensamos que el tema del hogar, de la atención de la casa, el tema del cuidado de la casa, el tema de la familia, el tema de la pareja, el tema de los abuelos, los hijos, es responsabilidad de la mujer, instalado más bien en el cuerpo de las mujeres”. 

Admitió que muchos tuvieron que realizar actividades y tareas que nunca antes las asumieron, pero por fuerza de las circunstancias “Han empezado a experimentar lo que es quedare en casa. Lo que históricamente se les ha dicho a las mujeres: quedarse en el hogar”.

Fue al grano y formuló una pregunta para responder en el chat: Como hombres, ¿a quién cuidan? y ¿cómo cuidan?  Y anunció un receso para que reflexionen antes de responder.  Al reinstalar la sesión, los participantes se apresuraron en responder.

  • “Proteger al otro.  En mi caso vivo con mis hermanos y tengo que protegerles en la alimentación”.
  • “Cuido porque tengo que asumir responsabilidades”.
  • “Es el tiempo que podemos dar a uno mismo u otras personas, para la calidad de ese tiempo intervienen muchos factores, puede ser cuidar la salud, la alimentación “.
  • “La idea de cuidado, vendría a ser una palabra polisémica, el cuidado con un objeto, hay quienes cuidan su auto y establecen un tipo de relacionamiento con un objeto y eso tiene que ver con la idea del estatus, paradigma de la conciencia, que es cuando se establecen las relaciones humanas en términos de sujeto-objeto. Como antropólogo,  veo que el cuidado tiene que ver con horizontes culturales, hay culturas en las que la lluvia, el granizo, el viento son nuestros parientes, están en nuestros territorios, por eso hay que cuidarles como a nosotros mismos. El cuidado es una renuncia a las jerarquías instituidas por el poder dominante, para hablar de cuidados hay que renunciar a los privilegios que nos da el sistema”.
  • “Cuidar  no tiene que ver solo con cosas materiales (alimentación, dinero), cuidar significa estar atento a aspectos emocionales, sobre todo en pandemia, apoyarnos, sostenernos, preocuparnos de las emociones (si lloran, por qué lloran).
  • De manera general, el cuidado es el tiempo y esfuerzo que pone una persona para realizar tareas que no son remuneradas, pueden estar en tres niveles: personal, de otra persona y del medio ambiente; de ahí también se maneja el concepto del cuidado de la vida.
  • El cuidado está ligado con la prevención, a  nivel biopsicosocial, independientemente de la crianza que uno tenga va a poder desarrollar acciones que insten al cuidado de uno mismo, del entorno, de la naturaleza y de la sociedad.
  • El cuidado como un derecho de niños, niñas, personas con discapacidad y de la tercera edad, a nivel físico, (comer, dormir) pero también emocional.
  • Interesante la perspectiva del derecho al cuidado.  La CPE ha incorporado una sección específica de cuidado como un deber del Estado y muchos critican la amplitud de nuestra CPE, pero son oportunidades maravillosas que tenemos aunque aún no se concretan. 

Santos Saico escuchó atento y afirmó “escuchar es también una práctica de cuidado”.  Retomó los aportes de los participantes en el taller, para destacar que mucho de lo que se dijo es cierto pero no suele manifestarse en la cotidianidad porque “La masculinidad hegemónica proyecta la idea del hombre fuerte, que hay que ir rompiendo para avanzar en la gestión del cuidado, con el otro, con la familia y con todos quienes están a nuestro alrededor”. 

Recordó que el cuidado es gestionar la vida, gestionar el tiempo, “cuidar no es proteger, hay que empezar a separar protección de cuidado”. 

Una voz interrumpió para afirmar que “El autocuidado implica desprenderse de relaciones tóxicas” y abrió el intercambio de criterios sobre el autocuidado.

Santos Saico, continuó la reflexión recordando que “hay hombres que todavía piensan que lo suyo no es el autocuidado.  Por ejemplo, se resisten a una revisión de próstata, muchos hombres dicen que no”.

Y alguien complementó que “la resistencia al autocuidado está condicionada por la presión de nuestros congéneres, la presión y la burla porque se asocian las prácticas de autocuidado como algo femenino, y todo lo femenino es malo.  Somos cuestionados si pedimos atención por dolencias físicas, más cuestionados cuando pedimos ayuda profesional a un psicólogo o terapista, creen que es una actitud femenina”.

Y se escuchó otra opinión que afirmó que “No estamos adiestrados para cuidarnos”.  Y, se dijo que es cierto, que “es difícil vincular salud y autocuidado, no iba al médico porque la gente cuestiona, pero tuve un accidente que me llevó al límite, y aprendí por la fuerza”. 

Alguien interrumpió para decir “Yo me cuido de no ir al médico, porque nuestro sistema de salud es tétrico, yo he sufrido en carne propia la negligencia médica de nuestros seguros y clínicas privadas.  Sí, me cuido de no ir a los médicos, pero me cuido, no consumo azúcar, salgo a correr todas las mañanas, no es lo último ni lo mejor, pero es parte de los cuidados”.

Y se escuchó que todo lo dicho tiene que ver con “los miedos que nos instauran desde la niñez. Walter Ríos, habla de tres debilidades psicológicas masculinas: miedo al miedo, miedo a estar solo y miedo al fracaso.  El miedo al miedo, nos lleva a hacernos daño, ponemos por delante el qué dirán antes que nuestro bienestar, se tiene que trabajar en esta deconstrucción porque nos daña emocionalmente, cada uno desde su intimidad y soledad, tiene una historia que es difícil compartir por el miedo a ser cuestionado, y prefiere pasar desapercibido”.

Interesantes reflexiones que dieron pie a Santos Saico a presentar el video “Hasta que el cuerpo aguante” que relata la historia de Panchito, un hombre con prácticas que lo llevarán a autodestruirse, aún de su diagnóstico de cáncer se resistirá a buscar ayuda médica porque le enseñaron a ser hombre, sus hábitos lo llevarán al desastre. 

El video motivó a reflexionar sobre varios aspectos relativos a los cuidados.  “Por ejemplo, que colocar el cuidado en la lógica de la protección conduce a un sentido de apropiación“Yo me hago cargo de”, puede dar lugar a minorizar, a generar dependencia.  Tal cual el rol de proveedores, que genera dependencia y control, de ahí que sea importante desmontar esos criterios.”, subrayó Santos Saico.

Y continuó la reflexión con el tema del cocuidado, porque “a veces no pensamos en el otro, nos olvidamos del otro, porque entre hombres no nos preguntamos, no pensamos, vemos al otro como un hombre fuerte”. 

Recordó que “el modelo hegemónico se construye en la competencia, si se guardan las emociones, el hombre termina estallando con violencia y el recurso más próximo del modelo de masculinidad hegemónico es el golpe. En el caso del feminicidio son hombres que no han sabido recibir un no como respuesta, creen que tienen todo el poder, cuando una mujer les dice no, asumen que están ante un reto”.

Surgió la pregunta, ¿Cómo involucrar más a los hombres en el cuidado?  Santos Saico ensayó una respuesta: “Hay ausencia de normativas, leyes y políticas públicas que promuevan el involucramiento, hay que desestructurar el machismo imperante, que no aleja de las tareas del cuidado.  Es mucho lo que nos perdemos al no involucrarnos”.

Y alguien planteó que hay que articular los conceptos de responsabilidad, reciprocidad, compromiso y validación.  “La responsabilidad siempre es con el otro, pero deberíamos asumir nosotros mismos la reciprocidad con uno mismo, recibir del otro que también sea parte del cuidado mutuo que implica un compromiso con la otra, el otro, con el entorno, y la validación que significa otorgarle valor a las tareas de cuidado”.

Y se insistió en las políticas públicas, porque “es necesario que las normativas promuevan que los hombres se hagan cargo de los cuidados.  El permiso de paternidad ya existe en Paraguay, en Bolivia solo existe la protección a la fuente laboral, pero no el permiso de paternidad, hay que proponer iniciativas que obliguen a los hombres a ser parte de las tareas de cuidado”.

Surgió la preocupación por la noción del “hombre proveedor” íntimamente ligado a los miedos porque “la condición de masculinidad tiene que ser demostrada, si no se cumple, nos desacreditamos ante los ojos de la cultura, de la familia y de la pareja”. 

Fue un taller dinámico y participativo, con muchas cosas por decir.  Santos Saico asumió que el debate dejó varios retos y temas pendientes.

“Tenemos que empezar a cuestionar las lógicas patriarcales, porque el tema del cuidado nos involucra a todos, no es solo lo material es también lo emocional, estamos haciendo referencia a nosotros mismos y también a nuestro entorno, es necesario generar nuevas pautas de convivencia, tenemos que empezar a pensar como convivir con la naturaleza, el planeta se va por la borda.   Hay que trascender y hacer incidencia en el Estado. El cuidado tiene valor, no es remunerado, pero tiene valor… Todo lo que hemos reflexionado tiene que convertirse en un tema político, superar el posicionamiento personal”.

Experiencias metodológicas para el involucramiento de hombres en el cuidado

“Cuidar es por tanto mantener la vida asegurando la satisfacción de un conjunto de necesidades indispensables para la vida, pero que son diversas en su manifestación (…) Hay cambios en la cultura, para el cuidado, desde el enfoque de las masculinidades, implica promover hombres que se involucren y sientan que es parte de la vida el autocuidado, cuidar del otro y de los otros, de las otras, cuidar del entorno es una responsabilidad, que se da entre las relaciones humanas para promover el bienestar en la sociedad”. El moderador, Wilson Santiesteban, instala el panel con la cita de Zbioniew Bankowski, oportuna para iniciar la presentación de las Experiencias metodológicas para el involucramiento de hombres en el cuidado.  

Fabiola Ríos, socióloga, especialista en género y niñez, que actualmente trabaja en Unicef, presentó una investigación cualitativa sobre la gestión de los cuidados. Comenzó destacando que re-pensar la corresponsabilidad del cuidado es pertinente y necesario en tiempos de cuarentena por el coronavirus, no sólo porque resultó ser un importante desafío, sino porque se puso de manifiesto la desproporción en la repartición de tareas domésticas, fundamentalmente a cargo de las mujeres que además asumen las responsabilidades económicas. 

Presentó los resultados de la investigación realizada por encargo de la Plataforma de Justicia Fiscal, en 2018, sobre el empoderamiento económico y la corresponsabilidad en el trabajo de cuidado en 11 municipios de Bolivia.

Explicó que “el horizonte era generar información desde las diferentes realidades que tenemos las mujeres para trabajar en la desnaturalización y en la desprivatización del tema de cuidado”, y que con la noción de  “desprivatización”  se planteó “sacar el cuidado del espacio privado, para posicionarlo en el espacio público, para politizar este tema en el espacio público es muy importante en términos estratégicos”. 

La base de discusión es que se trata de cambiar el orden social y, principalmente, la división del trabajo que naturaliza las actividades del cuidado encargadas a las mujeres y valorizar el cuidado en términos económicos, de responsabilidad social y del desarrollo de la institucionalidad, generando información sobre el valor real del cuidado. Parte de la investigación era también pensar qué otras funciones tenía el Estado más allá de la provisión de servicios. 

Para ello, se tomó en cuenta prácticas que son importantes para los instrumentos de corresponsabilidad: servicios de cuidados; lucha contra la pobreza de tiempo; transferencias monetarias y políticas de cambio cultural y empoderamiento de la mujer. 

Según Fabiola Ríos, acercarse a las realidades de las mujeres permite ver las diferencias y ajustar las políticas, normas, acciones e inclusive la inversión. Existen “condiciones diferenciadas por territorialidades que definen roles, vínculos, actividades económicas, involucramiento en el mercado, pobreza y, en general, el ejercicio de derechos”. 

La territorialidad determina muchas diferencias en las realidades de las mujeres.  Así, por ejemplo, en los valles interandinos de Cochabamba y Chuquisaca, se identificó que “las mujeres están a cargo del 77% de la producción de productos pero con un alto costo de resiliencia frente al cambio climático: sequías, heladas y una serie de efectos del cambio climático”. Por lo tanto la producción, la principal actividad económica de las mujeres tiene un alto costo en el desarrollo de sus actividades y sus tareas, incluidas las de cuidado”. 

La realidad de las poblaciones de zonas de economías vinculadas al mercado es distinta, y “hemos tenido que llamarlas vulnerables, porque se trata de, un ejemplo, mujeres que viven en Achacachi, crían a sus hijos en Achacachi, pero en la semana se mueven hasta dos veces a El Alto y a la ciudad de La Paz, por lo tanto, dos, tres y hasta cuatro días a la semana, dejan a los hijos al autocuidado”. Los niños se hacen cargo prematuramente de cocinar, aprovisionarse, etc., generalmente de jueves a domingo.   Son zonas además, muy influenciadas por sectas evangélicas, donde no se entiende por qué el Estado tendría que hacerse cargo de las acciones de cuidado.

La realidad es diametralmente opuesta en el norte integrado de Santa Cruz, donde las mujeres tuvieron que vender sus tierras a los agroindustriales y de estar insertas en la actividad económica productiva, de un día para otro, se volvieron empleadas, obreras de las peladoras, de las embolsadoras, de las haciendas, donde no rigen las normas de regulación laboral.  En criterio de Fabiola Ríos, “es en estas zonas donde realmente la agenda y el movimiento debe concentrar esfuerzos creativos, esfuerzos políticos, esfuerzos de financiamiento”. Concluyó destacando que la investigación permitió proponer políticas. 

Fue el turno de Jaqueline Garrido, coordinadora del área de diálogo y acción pública de Ciudadanía que mostró el trabajo institucional en la promoción de la corresponsabilidad social y pública del cuidado, que involucra a hombres. 

Explicó que se generó información relevante para hacer más efectiva la acción pública para superar los problemas de la desigualdad y, para impulsar la acción ciudadana efectiva desde el ejercicio de los derechos. A partir de ello, Ciudadanía transversaliza el género y hace hincapié en la corresponsabilidad del cuidado para la sostenibilidad de la vida en sus diversos proyectos, ya sea de desarrollo local, medio ambiente, democracia y ciudadanía u otro.

Luego de centrarse en los objetivos estratégicos de la intervención institucional dijo que “estamos directamente trabajando un discurso con el grupo de beneficiarios, ellos trabajan un discurso y muestran un argumento frente a determinado tipo de desigualdad”. 

Y para ello, toman en cuenta los engranajes de la desigualdad de género –acceso a la educación y al mercado laboral, participación social y política, y creencias y valores– que permiten establecer que las mujeres en promedio tienen menos ingresos que los hombres y menos nivel de educación; sus posibilidades de toma de decisiones son limitadas; y están más expuestas a las consecuencias de las crisis ambientales, en medio de una estructura patriarcal que permea valores, instituciones y relaciones y que se basa en la división sexual del trabajo (el hombre en el calle, la mujer en la casa); en la vulneración de derechos sexuales y reproductivos (yo decido por ti) y en la violencia de género (si no haces lo que quiero).

El trabajo de cuidado no remunerado es una pieza “clave” del engranaje de las desigualdades, por ejemplo, cuando se consulta qué les impide tener el trabajo que desearían “las mujeres responden al 100% que son los quehaceres domésticos, cosa que no ocurre con los hombres”.

Jaqueline Garrido explicó que se puede “ver con claridad, el trabajo no remunerado dentro del hogar para la mujer está en promedio 7 horas al día, en cambio para el hombre 3 horas, menos de la mitad. En el caso del trabajo remunerado fuera del hogar estamos casi al mismo nivel”, sin embargo, “el nivel de ingresos en promedio es considerablemente diferente, las mujeres estamos en menos de la mitad en promedio” y es que el engranaje de las desigualdades también se sostiene en los valores –“el hombre debería ganar más que la mujer”, “lo mejor sería que las mujeres se queden en casa a cuidar a sus hijos” –, aunque estas percepciones varían según la edad y se observa cierta posibilidad de mejora porque los jóvenes están con ideas menos conservadoras. 

“Este tipo de información nos lleva a trabajar un multienfoque, en realidad, de intervención, más allá del género. Que tiene que ver con principios rectores, que tiene además el enfoque de derechos”, puntualizó.

El trabajo de cuidado no remunerado es otra de las aristas de la desigualdad, en realidad, “es el nudo crítico de la desigualdad, no se registra en las cuentas públicas, es invisible, no es valorado” y en vista de que “el cuidado es un derecho, no es un asunto privado, debe ser abordado por el Estado, la sociedad y las familias en corresponsabilidad”. 

Insistió que “estamos promoviendo la corresponsabilidad del cuidado, no solamente a través de proyectos focalizados, sino también en otros proyectos de tipo ambiental, de promoción de la participación democrática y del diálogo democrático, así como de desarrollo productivo con enfoque territorial, rural y de género”. 

A continuación, desde la Fundación Bartolomé de Las Casas, en El Salvador, Mónica Flores y Walberto Tejada, hicieron una presentación a dos manos. 

Filósofo y con una maestría en política y evaluación educativa, Walberto Tejada, explicó que hablarán desde la Fundación, una organización dedicada desde hace 20 años a la formación, desde una perspectiva de la educación popular y, por supuesto, en una perspectiva integral, que aborda distintas aristas del desarrollo.    

Refirió algunos hitos importantes más referidos a la politización de las masculinidades: Procesos de salud mental y memoria sobreviviente (1999), Génesis del programa de masculinidades (2000), Equinoccio: Escuela Metodológica en Masculinidades (2007-2009) y Equinoccio Itinerante (2009-2020).

Todo inició con  la pregunta de qué significa ser hombre (1999) y en muy poco tiempo se transitó hacia una mirada más feminista (2000), para luego pasar a una experiencia más sistemática (2007-2009) para involucrar a los hombres en una formación vivencial, documentada y, por supuesto, muy fundamentada, “nos interesaba sobre todo generar intercambios, diálogo, con distintos hombres, en distintos niveles y en distintos roles en la sociedad para generar  hombres aliados para todos estos temas que ya han sido comentados”.  Del 2009 hasta ahora, se extiende a más países del Caribe y América Latina. 

“Decidimos en 2006 asegurarnos de la apuesta metodológica porque consideramos que la manera de actuar era ya algo político” y optaron por un hilo conductor que se inicia con el análisis del modelo hegemónico, continúa con la comprensión de los mecanismos de la violencia; para pasar luego a las  paternidades -autocuidado y cocuidado-; y la legitimación –sexualidad y  religión. Walberto Tejada, explicó que ese proceso les permitió comprender que “La violencia de género es como la escuela para las demás violencias”.

Mónica Flores, con estudios en gestión de la biodiversidad y educación ambiental y que forma parte del equipo interdisciplinario de la Fundación Bartolomé de las Casas, desde hace 10 años, complementó que la estrategia tiene varios matices. De entrada dijo que quienes participan en el proceso son hombres y mujeres que promueven los derechos de los cuidados, con el componente de la ruralidad. “La clave es ver los cuidados desde la perspectiva de derechos, generar evidencia en corresponsabilidad, desde el ámbito rural, para aportar en políticas e instrumentos normativos”. 

Pero para llegar a ese punto, debieron primero tener claro “que es lo que se entiende por cuidados y generar un entendimiento común acerca de los derechos de los cuidados, la corresponsabilidad y la valoración de los mismos”. Finalmente, adoptaron el enfoque de los procuidados que, además, incluyó cuatro dimensiones estratégicas: autocuidados, cocuidados, ecocuidados y sociocuidados.  

En los cocuidados se toma en cuenta la corresponsabilidad de hombres y mujeres, mientras que los sociocuidados refieren a acciones colectivas como sociedad para favorecer los cuidados, aunque en corresponsabilidad con el Estado. Y los ecocuidados, vienen a complementar las otras tres dimensiones e implica  el cuidado del medio ambiente, la casa común, puesto que “si al fin y al cabo no tenemos un planeta donde vivir, no podemos tener una vida digna, un bienestar real”, subrayó Mónica Flores. 

¿Cómo se involucran loa hombres? El Centro Bartolomé de las Casas implementó procesos de formación en masculinidades con hombres clave, que incluye una metodología vivencial, intercambio entre hombres sobre ética de los cuidados; encuentro y dialogo intergenérico con mujeres; incidencia con mensajes alternativos a través de una estrategia de radios comunitarias y estudios transversales con algunos hombres participantes.  

Walberto Tejada, retomó la palabra para subrayar un mensaje final: “Obviamente los cuidados no son un asunto para la fotografía, ni para un momento, ni para descubrir en un momento de crisis, sino es un asunto de todos los días, es un asunto cotidiano”. 

Desde Bolivia, Cecilia Saavedra, aportó con la experiencia de CISTACy explicó que las experiencias metodológicas para el involucramiento de hombres en el cuidado se centran en la cultura del cuidado y, en rigor, lo puso en plural “porque a través de las culturas, de las culturas diversas, es que podemos apostar al cambio”. 

Como educadora, feminista y activista por los derechos humanos con varios años de experiencia en el trabajo con masculinidades, aseguró que “los hombres que se involucran a más temprana edad en las tareas de cuidados y en la educación corresponsable son más sensibles, y abiertos al cambio de prácticas machistas y violentas, de ahí que sea importante iniciar el proceso desde pequeños”.

En el esquema de intervención, el ámbito de la salud, es el punto de entrada que ayuda a tomar conciencia de la importancia del autocuidado porque “los hombres van al médico cuando se agravan las cosas”.  

También incluye el planteamiento del cocuidado intergenérico (de hombres a mujeres y viceversa), intragenérico (de hombres a hombres… y eso no te va a hacer menos hombre), transgeneracional (entre distintas edades, en la lógica de que puede ser la ley de la vida, nos cuidan y luego nos toca cuidar), intercultural (desde la mirada de interseccionalidad).

Cecilia Saavedra dijo que las metodologías para involucrar a los hombres incluyen dinámicas interactivas, advocacy participativo y edu entretenimiento, desde una mirada de la educación popular y un proceso participativo y transformador, basado en las experiencias de las personas. 

Así por ejemplo, el advocay participativo, permite abrir muchas nuevas causas a partir del enfoque de las masculinidades. El edu entretenimiento habilita espacios para la creación y difusión y el desarrollo de estrategias de comunicación y movilización de la comunidad. Incluye las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, pero también series televisivas como la denominada “Solo para machos” que permitió visibilizar prácticas machistas en los hombres que limitan el autocuidado y cocuidado a lo largo de su curso de vida.  A partir de las teleseries se han generado materiales temáticos: “Hasta que el cuerpo aguante”, “No somos mercancía”, “Aprendiendo a ser papá”. Otra serie orientada a la comunidad educativa es “A Jugar”, para trabajar la cultura del cuidado y la cultura para vivir en paz, cuatro materiales de autocuidado, cocuidado y ecociudad para profesores/as, madres y padres, niñas y niños. Y, por supuesto, no podían faltar las campañas en redes sociales y diferentes plataformas como TikTok, podcast y otras que ayudan a los procesos de reflexión. Muchos piensan que es a partir de la paternidad que van a tener una relación con el cuidado, pero en la reflexión se van dando cuenta que no es así” y, desde su práctica, recomendó que “las mujeres también debemos trabajar el enfoque de las masculinidades, porque es un tema político, a nosotras nos cargan el modelo de crianza machista y debemos promover nuevas prácticas”.

Diálogos desde los feminismos y el trabajo en masculinidades

“Los hombres que lloran y cocinan, que ejercen paternidades integrales y comparten labores, no necesariamente tumban el patriarcado”. Con esa advertencia, el mexicano Jair Maldonado, inició su intervención en el panel Diálogos desde los feminismos y el trabajo en masculinidades en el que compartió con las feministas, María Ángela Sotelo y Juana Olivera, y el activista, Jimmy Tellería, de Bolivia. 

Yair Maldonado

De larga trayectoria en temas de derechos humanos, género y masculinidades, detalló el proceso en México “cómo llegamos, dónde estamos y el camino que queda por transitar”ylo experimentado en GENDES, una organización de la sociedad civil que promueve el desarrollo de relaciones equitativas, igualitarias y no violentas e impulsa la reflexión, intervención e incidencia desde la perspectiva de género y masculinidades. 

En esta oportunidad, explicó cómo se generó el debate feminista alrededor de los cuidados y la corresponsabilidad en México que, poco a poco, nutre la inserción y la generación de los debates desde las masculinidades.  “Uno de los muchos caminos para erradicar las violencias y desarticular el patriarcado”. 

Fue un largo proceso, que ya lleva una década, de reflexiones sobre el vínculo entre la explotación liberal y la explotación patriarcal, el sistema económico y el sistema patriarcal, los roles y estereotipos que sobrecargan a las mujeres,  la problematización de los conceptos de familia y las divisiones del trabajo dentro del seno familiar. Se instala el debate sobre las masculinidades –paternidades y autocuidado– para contribuir al diálogo feminista, pero, sobre todo, al objetivo de una igualdad sustantiva.

La apuesta de GENDES es ambiciosa –Suma por la Igualdad. Propuestas de Agenda Pública para Implicar a los Hombres en la Igualdad de Género– y plantea varios vectores de intervención para desarticular el sistema patriarcal: escuela religión política, medios de comunicación, economía etc. Asume que es necesario un cambio cultural general, demanda la intervención del sistema de salud para el autocuidado y la comprensión de los roles del hombre en el espacio doméstico; considera imprescindible trastocar los sistemas de justicia y la generación de estrategias de prevención para no llegar a las instancias de justicia. Intervenir los medios de comunicación y el sistema educativo. “No es una agenda exhaustiva, no se sugieren todas las posibles políticas públicas, pero uno de los ejes es la corresponsabilidad”.

Jair Maldonado puso mucho énfasis en la corresponsabilidad sustantiva de la sociedad y dejó en claro algunos retos para lograrlo:

  • Reorganización o flexibilidad de la jornada laboral: modificación de los horarios de trabajo, licencias laborales, promoción der la jornada parcial y flexibilización temporal y parcial del trabajo.
  • Modificar los patrones culturales en las familias, escuelas y mercados de trabajo con el objetivo de tener un impacto en la reorganización de las tareas dentro del ámbito doméstico.
  • Ampliar la oferta de servicios para el cuidado de hijos e hijas, personas con discapacidad, enfermas o mayores de edad.

Advirtió que el logro de esos propósitos no será sencillo dado que existen fuerzas poderosas –entre ellas las iglesias– que se resisten al cambio y que prefieren mantener el statu quo.  Y también dejó en claro que el eje de cuidados es apenas una de las piezas del rompecabezas, “uno de los muchos caminos para erradicar las violencias y desarticular el patriarcado”.

Admitió que los esfuerzos realizados a día de hoy no han sido suficientes, que los cambios personales son necesarios, pero se requieren cambios integrales, incluidos los que deben impulsarse desde el Estado. 

 Y terminó su intervención señalando que “No podemos continuar los debates del cuidado y la corresponsabilidad sin la interseccionalidad que nos dice que todo está trastocado y todo está junto, pegado, porque las violencias y desigualdades se nutren del patriarcado, del capitalismo, pero también del racismo, del colonialismo y de la falta de una visión socioambiental”. 

Maria Ángela Sotelo

Wilmer Galarza, que moderó el panel, hizo un breve resumen de la exposición y pidió incorporar al debate el planteamiento de la igualdad sustantiva y pasó la posta a María Ángela Sotelo, psicóloga social que eligió el feminismo como opción de vida.  

Antes de iniciar su exposición, advirtió que en otro escenario algunos compañeros afirmaron que “las mujeres mucho se quejan y que talvez se podría dialogar horizontalmente y avanzar cuando dejen de quejarse”.  Dicho eso, propuso “una alianza política conjunta para transformar los sistemas de opresión.  Quiero partir desafiando a avanzar en esa perspectiva”. 

Planteado el desafío, Sotelo, que es parte de la Coordinadora de la Mujer, subrayó que el patriarcado “no sólo es la expropiación del cuerpo y sexualidad de las mujeres, sino también la expropiación del tiempo y el trabajo de las mujeres”. 

Recordó que las mujeres dedican tres veces más tiempo que los hombres al cuidado, “el 78% del trabajo del cuidado en el país”, y dijo que no se debe perder de vista la crisis de los cuidados por el masivo ingreso de las mujeres al mercado laboral y por la insuficiencia y el alto costo de los servicios de cuidado.  


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Crisis que también se carga sobre los hombros de las mujeres, por lo que se impone la corresponsabilidad en el abordaje del cuidado: hombres, mujeres y Estado. 

Y entre otros factores que deben ser considerados en el abordaje de la temática de los cuidados, señaló las condiciones de desigualdad social: la doble y la triple jornada laboral, muchas mujeres son las primeras en levantarse y las últimas en acostarse, la discriminación salarial,  “existe una brecha salarial más o menos del 62% de diferencia en relación a lo que reciben los hombres”, y la jefatura de hogar femenina –“más del 30% de mujeres actualmente son jefas de hogar” –, lo que rompe la idea de la familia  nuclear, “ese es un modelo de familia casi en extinción”. 

Sotelo dijo que para avanzar en la construcción de “algo distinto y transformador, es importante sacar este tema del ámbito privado y ponerlo en agenda pública. Que se reconozca el cuidado como un derecho y también como un trabajo, un trabajo valorado, reconocido y remunerado”. 

Y remarcó que, desde la perspectiva feminista, un diálogo con las masculinidades no implica solo involucrar a los hombres en el cuidado, sino construir alianzas para transformar las relaciones de poder, “la supremacía y privilegios de los hombres sobre las mujeres”.  En buenas cuentas, “que los hombres cuestionen sus privilegios, no que los hombres “apoyen” a las mujeres”. 

Señaló las condiciones de la alianza entre el trabajo de los feminismos y las masculinidades: cuestionar las relaciones de poder; defender los derechos de las mujeres como una cuestión de justicia  e igualdad; reconocer las diversidades de género, diversidades sexuales, no todo se reduce a hombre y mujer; reconocer la vulnerabilidad de los hombres, que se reconozcan como sensibles y; “respetarnos democráticamente, que respeten nuestras estrategias, nuestra mirada y nuestra propuesta política, no necesitamos que nos digan qué hacer”. 

Y remarcó que la base de esta alianza, es el cuestionamiento de las masculinidades hegemónicas, porque “como dijo Jair, los hombres que lloran y cocinan no cambian el patriarcado”.  Eso significa “ver todo con una perspectiva de interseccionalidad, entender que no estamos hablando sólo de las mujeres, que el machismo también afecta a los hombres y que es necesario avanzar hacia la corresponsabilidad del cuidado en el ámbito público, en términos de políticas públicas”. 

Llegó el turno de Jimmy Tellería, anfitrión y director de CISTAC, pero sobre todo activista. Luego de una rápida recapitulación, admitió que “trabajar en masculinidades implica cuestionar el poder patriarcal, el poder de dominación, sujeción, opresión… y el desafío de cambiar los privilegios que históricamente el sistema ha consolidado para los hombres”. 

Sin embargo, dijo que es importante reconocer que el trabajo en masculinidades, que en América Latina ya lleva más de 30 años, ha avanzado mucho en ciertos campos y en otros se ha estancado. Y lamentó que el estancamiento se haya debido, en parte, a que “hay un encuentro en desencuentro con el colectivo de los feminismos. En muchos casos hay un espacio muy receptivo y se habla de una construcción conjunta, pero en otros, ha sido imposible construir espacios de diálogo”. 

Recordó que la reflexión e investigación sobre masculinidades tiene una larga data en Bolivia y que ya en los años 90 la agenda del activismo proponía la participación de los hombres en el campo de la salud, desde la perspectiva de los cuidados. Una dimensión muy importante porque tiene que ver con la subjetividad en la que los hombres se tienen que mover para transformar sus propias prácticas de cuidado. 

Desde las masculinidades, dijo, cuando se habla de cuidados, la relación inmediata es con la paternidad, un ámbito en el que dicho sea de paso “los hombres que empiezan a hacer una labor de cuidado pueden ser sobrevalorados pero también subvalorados”.  Puso de ejemplo lo ocurrido durante el periodo de restricciones por la pandemia de coronavirus, “para muchos hombres fue traumático recluirse en el ámbito doméstico, pero también permitió que otros cuestionen el modelo machista y otorguen valor a las tareas de cuidado. Muchos hombres ya no siguen llevando a cabo las labores que asumieron durante el confinamiento y han vuelto a su “normalidad”, pero ese tiempo tendría que valer para preguntar quién hace lo que no nos gusta hacer”. 

Según su diagnóstico, no hay que quedarse mirando el tema del cuidado únicamente en su vínculo con las paternidades, “porque podría resultar en un simple intento de mirarse el ombligo, porque el hombre que cambia en sus relaciones con sus hijos no necesariamente es menos violento con la pareja. Hablando de masculinidades y de cuidado no podemos quedarnos en la subjetividad y la flexibilización de roles, puesto que el hecho de que los hombres ahora hagan lo que no hacían, no necesariamente va a cambiar la valoración que se tiene del cuidado”.  Insistió en la necesidad de trascender de la subjetividad a la dimensión social y política. 

Dejó muy en claro que “la corresponsabilidad debe ser entendida en su dimensión global, no solamente como una flexibilización o una democratización de roles, sino desde el valor del cuidado, un valor de sostenibilidad de la vida y de reproducción de nuestra vida. Porque, si no nos cuidamos, no cuidamos a otros y no somos sujetos de cuidado y no cuidamos nuestro entorno, no tenemos muchas posibilidades de sobrevivir, no solo como personas sino como colectivo social y como humanidad”.

Al concluir su intervención puntualizó que no se adscribe “al maquillaje de una masculinidad más potable y bonita” porque “hay que cambiar sistemática y sustancialmente este sistema de privilegios” y para ello adscribió a la idea de un diálogo que permita “entender que feminismos y masculinidades no son antagónicos”. 

Desde Cochabamba, muy atenta a todo lo dicho estaba la socióloga feminista, Juana Olivera. De entrada cuestionó que se hable de “cuidados” cuando lo correcto es hablar de trabajo de cuidados. 

Planteó que es importante el reconocimiento político del trabajo de cuidados porque no sólo se trata de que los hombres participen y se involucren, sino que hace falta un reconocimiento de todos los ámbitos del trabajo de cuidados realizado por las mujeres. Ese reconocimiento llevará a la corresponsabilidad, de manera justa, con una distribución justa y equilibrada, y no como “apoyo”, término que generalmente se utiliza cuando los hombres participan en el trabajo de cuidados. “Precisamos entender que no es un problema únicamente de cada una de las personas que vive al interior de sus familias, sino que es una responsabilidad de orden colectivo y que somos seres interdependientes”.

Juana Olivera lo puso en términos claros y contundentes: “las mujeres sólo quieren tener tiempo para descansar” y aseguró que, por ello, es clave que el tiempo sea incluido como uno de los temas clave de la reflexión.  

Recordó que “la mayor parte de las mujeres, sobre todo las de avanzada edad, han dedicado su vida entera al trabajo de cuidados, al trabajo para los demás, olvidándose justamente de que son sujetas de derechos y que tienen la posibilidad de autocuidarse, de destinar tiempo a espacios de ocio.  Realmente somos pobres de tiempo, y creo que eso es lo que se tiene que modificar”.

Apelando a la experiencia acumulada en el Instituto de Formación Femenina Integral, IFFI, en Cochabamba, relató que “en el trabajo cotidiano, en repetidas oportunidades hemos preguntado a las mujeres: ¿qué les gustaría hacer si tuvieran tiempo libre? Las mujeres responden cosas tan simples pero tan importantes, como “si tuviera tiempo libre, me quisiera echar en el pasto para mirar el cielo” o “si tuviera tiempo libre, quisiera tejer sin que nadie me moleste”, o “si tuviera tiempo libre, quisiera dormir media hora más de lo que normalmente duermo”… no piden cosas imposibles, no piden viajes, no piden cosas extraordinarias, lo que piden son cosas simples, porque lo simple, en el caso de nosotras las mujeres, es inalcanzable”. 

En cuanto a la relación entre los feminismos y las masculinidades, planteó que para transformar el espacio vital de las personas, se tiene que empezar cambiando el día a día, para después pasar a lo social, político, estatal. “El proceso de las masculinidades tiene que ser continuo, en lo cotidiano, no sólo en talleres, porque se olvida fácilmente” y admitió que no será sencillo porque implica “un cambio de patrones de conducta, cambios culturales que impliquen un nuevo paradigma para las generaciones futuras”. 

Cerró su intervención postulando que “la apuesta en conjunto que tenemos desde las masculinidades y las feminidades es establecer puentes, si no lo hacemos, vamos a perder la batalla”.

El cuidado, un concepto polisémico y escurridizo

Flavia Marco Navarroestuvo a cargo de la charla sobre “El cuidado como área de conocimiento, políticas y disputa”, con la que inauguró las exposiciones magistrales de las Jornadas de reflexión: Culturas del cuidado para la sostenibilidad de la vida desde el trabajo en masculinidades.

Empezó dejando en claro que el cuidado es un concepto polisémico porque significa criar, atender, alimentar, educar, socorrer, higienizar. Es la provisión de bienestar. Es la atención directa en una relación interpersonal e incluye aspectos de nutrición, sanitarios, de estimulación temprana y socioemocionales.

Subrayó que es un trabajo, es un derecho y es un bien público.  Y añadió, sin vueltas, que “desde las masculinidades, es un desafío pendiente”.

Feminista, abogada, especialista en género y con estudios de post grado en derecho económico, admitió que “aunque el término cuidado se usa cotidianamente, es un poco difuso, me ha tocado facilitar algunas jornadas en escenarios diversos, unos más académicos, otros más políticos y de activismo y, siempre me topé con el carácter escurridizo del concepto de cuidado”.

Al repasar los antecedentes del cuidado como campo de estudios y de políticas, explicó que tributan de las elaboraciones teóricas feministas sobre trabajo productivo y reproductivo, división sexual del trabajo, y de los cuestionamientos a la maternidad como mandato y sinónimo de feminidad.

En América Latina, los abordajes teóricos se basaron en evidencia empírica. Especialmente encuestas de uso del tiempo, en un esfuerzo por visibilizar y valorar el trabajo no remunerado.  “El salto cualitativo fue cuando se dejó de hablar de “conciliación” y del derecho al cuidado solo para participar en el empleo y se planteó que el cuidado es la sostenibilidad de la vida”, dijo.

Y recordó que “el cuidado es un fenómeno que tiene cosas en común, sea remunerado o no remunerado.  La hermana mayor o la abuela que cuida a una bebé en su casa, igual que una niñera, esas tres tienen en común que son mujeres”.

Se detuvo a explicar los principales campos de estudio del cuidado y advirtió que “hay que ser cautelosos porque hay un debate vigente sobre la ética del cuidado que surge hace más de 30 años”.  Mencionó a Karen Gilligan y Joan Tronto como ejemplos de visiones contrapuestas sobre la ética del cuidado y una discusión teórica “que termina siendo esencialista”, por lo que prefirió no ahondar en fundamentos filosóficos.

Eligió centrarse en América Latina donde las áreas más desarrolladas en el estudio del cuidado son la organización social del cuidado, la economía del cuidado, y los derechos del cuidado.

Explicó que desde el esquema del “diamante de bienestar” la política social define las combinaciones del cuidado entre esferas prestadoras –la familia, el estado y la sociedad civil o la comunidad–, determina el nivel de autonomía de las personas y evidencia el grado de garantía de los derechos.  

Y dijo que según el “flujograma de provisión del cuidado”, en esferas intra y extra hogar, son las relaciones de suficiencia e insuficiencia económica las que determinan las esferas prestadoras.  Las políticas de cuidado pretenden cambiar esta distribución y la falta de tiempo hace que si hay dinero se opte por el cuidado remunerado en el hogar o en una guardería, porque la oferta estatal para personas mayores y los centros de cuidado infantil es muy baja.

A continuación, se concentró en la economía del cuidado que “explica todo el trabajo que se realiza de forma no remunerada en los hogares y el trabajo de cuidados que se realiza de forma remunerada en el mercado”.  La distribución de las tareas vinculadas a la economía del cuidado, sin embargo, está cruzada por la desigualdad de género y una organización social injusta, que impone a las mujeres la mayor carga de trabajo no remunerado producto de la rígida división sexual del trabajo.  La naturalización de las actividades de cuidado como obligaciones de las mujeres determina que estas tareas no sean reconocidas como trabajo y sean subvaloradas al realizarse en la esfera privada de los hogares y dentro de un modelo económico que no lo reconoce como generador de valor. Pese a la importancia del cuidado para el sostenimiento de la vida, la economía tradicional lo considera como una externalidad del sistema económico, invisibilizando su aporte.

Apuntó que, en el itinerario del debate, se instaló el concepto del derecho al cuidado, a cuidar y al autocuidado, presentado en la Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y del Caribe y se postula que, a la luz de las convenciones, del corpus y de los principios de integralidad, indivisibilidad e interdependencia de los derechos humanos, no se necesita consagración específica del cuidado como derecho para que exista y sea exigible.  Los estados tienen obligación de garantizarlo con mecanismos de exigibilidad, dar condiciones materiales de posibilidad para su ejercicio. 

Flavia Marco recordó que justamente el concepto de derecho al cuidado repercutió en la demanda de políticas en la región sobre la base del reconocimiento y estimación del valor del trabajo no remunerado, aunque con muy pocos resultados respecto a la distribución del cuidado.

En esa línea, una de las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible demanda Reconocer y valorar los cuidadosy el trabajo doméstico no remunerados mediante servicios públicos, infraestructuras y políticas de protección social, y promoviendo la responsabilidad compartida en el hogar y la familia, según proceda en cada país” (Naciones Unidas, 2015).

Y luego de ese recorrido, se animó a formular algunas recomendaciones para “no desvincular la agenda feminista y de género” en el debate y las demandas sobre el cuidado, “recordar que queremos que el cuidado deje de ser prerrogativa de las mujeres, pero también una experiencia social, racial y étnicamente estratificada y, al mismo tiempo, tener adaptabilidad a las realidades, sobre todo urbano rural”.

Y recién al cierre, Flavia Marco dedicó unas cuantas ideas para trabajar el tema del cuidado desde las masculinidades y sugirió “romper el sinónimo de feminidad-cuidados, la dicotomía cuidadora-proveedor y el homus no vulnerable y cuestionar cómo la masculinidad hegemónica puede transformarse a través del cuidado”.  El tiempo le quedó corto, llegó el momento de los comentarios y preguntas. 

Jimmy Tellería tomó la palabra y destacó los casi 30 años resumidos para entender el transito histórico del concepto de cuidado.  Y, luego, enumeró algunos elementos para la reflexión, pero se detuvo especialmente en la necesidad de generar una agenda de investigación y abogacía que incluya la sistematización de los aportes realizados en el país sobre el cuidado desde las masculinidades.

Desde el Perú, Arnaldo Serna, dijo que la charla lo motivó a pensar en las nuevas generaciones, en las y los adolescentes, “y en la cultura que está impulsando a vivir al riesgo antes que al cuidado, como se constata en la radicalización de la violencia, que lleva a pensar en la necesidad de trabajar desde la pedagogía de la ternura, porque el cuidado no solo pasa por atender una dolencia sino estar para el otro, y esa es la complejidad del cuidado, hay vetas grandes y tenemos una gran responsabilidad para las nuevas generaciones, apertura al cuidado mutuo, al autocuidado, desde la ternura, el dialogo y el estar al lado del otro”.

Flavia Marco coincidió que en Bolivia también hay una mayor propensión a conductas de riesgo y aseguró que para la juventud y adolescencia el mayor riesgo tiene que ver con los mandatos patriarcales y de los pares.

Yair Maldonado-Lezama

Coordinador de Posicionamiento Público en GENDES México

Internacionalista con estudios en desarrollo social y humano con extensa experiencia y el objetivo de adquirir habilidades de gestión para la mejora de mi entorno en ámbitos de tipo social, político, ergo su desarrollo integral y sostenible apoyado en Derechos Humanos.
Especialidades: Negociación, Relaciones Públicas e Inter-institucionales, Derechos Humanos, Investigación, Manejo de Proyecto, Logística de Eventos.

Walberto Tejeda

Nació en la ciudad de El progreso Yoro Honduras norte en un conclave bananero, desde 1999 reside en El Salvador, estudió Filosofía, Maestria en Política y Evaluación Educativa en Centroamericana José Simeón Cañas, cuenta con formación en comunicación intuitiva, terapia Geltstar, transformación de conflictos y educación para la paz.

Es miembro del Centro Bartolomé de las Casas de El Salvador.