Experiencias de intervención y atención a agresores

Javier Lobatón fue el moderador del panel donde cinco especialistas compartieron sus experiencias de intervención y atención a agresores. 

La ronda se inició con  Lila Carrasco y Henry Cervantes del centro Juana Azurduy de Sucre que detallaron en qué consiste su programa de intervención psicoterapéutica con hombres denunciados por violencia. 

Pero antes de entrar en materia, dijeron que en el centro Juana Azurduy es una organización no gubernamental que tiene como objetivo estratégico el desmontaje del sistema patriarcal y que se plantea promover el derecho de las mujeres a vivir sin violencia.  Admitieron que pasó mucho tiempo antes de asumir que no es suficiente trabajar sólo con mujeres y que es necesario trabajar con los hombres agresores desde una perspectiva feminista para deconstruir las creencias que se establecen en el patriarcado y entender la habilidad del patriarcado para ejercer nuevos métodos de coacción.  

Lila Carrasco explicó que se desarrolló  un paquete de intervención cuyo objetivo es “incrementar en los participantes habilidades para la prevención y manejo de comportamientos violentos, mediante el reconocimientos de signos cognitivos, físicos y emocionales que anteceden episodios de violencia contra sus parejas”. Los participantes son hombres denunciados por violencia, derivados de instancia judicial o fiscal y hombres voluntarios. 

Por su parte, Henry Cervantes etalló que desde el año 2012 el centro repensó el entorno y las necesidades de los hombres denunciados por violencia, y generó un programa de intervención  no solamente para que cumplan una orden judicial sino para que asuman procesos de análisis y reflexión y se entrenen en ciertas actividades. 

Dijo que todo empieza con una evaluación que incluye cinco elementos: psicopatologías, personalidad, motivación al cambio, expresión de la ira y pensamientos distorsionados. Detalló que en todo el proceso se aplican procedimientos psicométricos e instrumentos específicos y que la motivación al cambio permite ver si la persona se involucrará con la terapia y, a su vez,  definir los objetivos terapéuticos. 

Detalló que se caracteriza a los agresores de acuerdo a tres tipologías: agresores solo en pareja (menor psicopatología, más fácil trabajar con ellos, menor frecuencia de violencia física), agresores borderline/impulsivos (trastorno de los impulsos, generalmente consumo de alcohol y otras sustancias, ejercen violencia de forma más cruda), agresores antisociales (trastorno de personalidad, mayor psicopatología asociada, conductas violentas complejas con pareja y entornos ampliados, tienen menos empatía y les cuesta medir las consecuencias de sus acciones). 

Señaló que la intervención se basa en el principio de riesgo, necesidad y responsabilidad, planteado por Bonta el año 2010, que permite identificar qué elementos componen las conductas violentas y cuál implica mayor riesgo lo que determina las áreas en las que se tiene que intervenir y qué necesidades tiene la persona con la que se trabajará. La primera condición es que los hombres deben aceptar trabajar con el centro y sujetarse a estos lineamientos y, asimismo, mostrar algo de motivación y compromiso con el proceso más allá de cumplir con una orden judicial. 

Por último, refirió que la intervención contempla 12 sesiones, grupales o individuales, que se pueden ampliar en caso necesario. Se busca lograr la cohesión grupal y motivar al cambio, abordar la construcción de la identidad de género, incorporar el componente de masculinidades, tomar en cuenta los factores que inciden en la violencia en pareja, identificar pensamientos distorsionados, descubrir las emociones y aprender a manejar la ira, trabajar en la comunicación y resolución de conflictos en pareja, y prevenir la recaída en comportamientos violentos. 

Fue el turno de Marcos Ballesteros, que explicó que Interteam trabaja con la guía Frente a Frente, creada por el psicólogo Aritz Pérez, ex cooperante de la institución, que recogió la experiencia de España, México y Argentina, y la aplicó en grupos terapéuticos en Cochabamba. Dejó en claro que se trabajó durante 3 años, investigando, aplicando, intercambiando y debatiendo, para lograr adaptar la metodología al contexto boliviano. 

Todo el trabajo se enmarca en la ley 348, que en su artículo 31 hace énfasis en la rehabilitación de agresores. Se parte de la idea de que las medidas penales son insuficientes; es necesario generar y fortalecer oportunidades de cambio y crear vínculos desde el buen trato, promoviendo la salud y la paz. 

La metodología Frente a Frente es aplicable a hombres que ejercen o han ejercido violencia de género. Sólo se excluye a quienes tengan problemas psiquiátricos graves, dificultad de comprensión, situación actual de drogodependencia o alguna actitud que perjudique al resto del grupo. Cada sesión dura entre hora y media a dos. Las sesiones grupales, de 5 a 12 personas,  son semanales, las individuales varían según cada caso. Las fases del proceso terapéutico incluyen entrevistas individuales, evaluación pre-grupo con base motivacional, intervención grupal e individual, evaluación post grupo, y seguimiento por al menos 6 meses. 

Marcos Ballesteros destacó que la guía es un importante referente bibliográfico en el trabajo con hombres,  logró posicionar la importancia del trabajo psicológico y fue retomada por varias  instituciones. Entre las dificultades, dijo que hay resistencia por parte de instancias públicas a formalizar y consolidar espacios de atención a hombres y cuestionó: ¿Por qué para el Estado boliviano no es importante trabajar con este grupo poblacional que genera violencia contra las mujeres?

La exposición de CEPROSI fue también a dos manos.  Ana María Vargas y Renny Vásquez se centraron en el programa “No hagas trato con el maltrato”, una propuesta de intervención con hombres que ejercen violencia en el marco de la ley 348.

Explicaron que el objetivo general es “reeducar a los agresores para que detengan el ejercicio de su violencia contra las mujeres en ámbitos institucionales, comunitarios, familiares y personales, con el fin de que participen plenamente en la vida social y privada”.  Para ello se adentran a identificar los motivos que conducen a ejercer  violencia, promueven el desarrollo de habilidades que permitan evitar la violencia y asumir la responsabilidad del ejercicio de la violencia por parte de los agresores y, asimismo, desarrollar habilidades de autocuidado. 

Ana María Vargas dijo que para CEPROSI no fue fácil empezar este trabajo hasta que se asumió un enfoque sistémico que toma en cuenta el macrosistema (asuntos estructurales como el machismo, la violencia contra las mujeres y los derechos humanos de las mujeres), el exosistema (violencia institucional, masculinidad, violencia en la familia y trabajo doméstico) y el microsistema (los ámbitos personal y relacional). 

Renny Vásquez dejó en claro que se toman todos los cuidados para garantizar un trabajo de calidad. Los y las facilitadoras deben capacitarse antes de dirigir un taller y tomar en cuenta el tiempo que tomará el programa. No se trata de cuántas sesiones se realicen sino que se cumplan los objetivos de la terapia psicológica para la rehabilitación de los agresores. La violencia no es justificable, pero sin embargo debe primar la empatía, los terapeutas no son policías ni jueces, sino que están para escuchar y analizar su situación, para poder afrontarla. Se garantiza la confidencialidad para afirmar la confianza y reducir la tensión ante el terapeuta. 

El trabajo grupal se realiza en cuatro módulos: 1) Construcción de la masculinidad, 2) Masculinidad y violencia de género, 3) Violencia de género y derechos humanos y 4) Estrategias para el cambio. Se espera que como resultado adquieran la competencia para analizar críticamente la relación entre la masculinidad hegemónica, el poder y la violencia contra las mujeres, a partir de sus propias experiencias y en el marco de los derechos humanos, para asumir compromisos en la prevención de la violencia de género.

Ana María, subrayó que es importante que tanto agresores como terapeutas se comprometan con la terapia, que no se sientan obligados. “Lo que se espera es enfocarnos en los avances y resultados reales y promover modelos masculinos positivos, vidas dignas y honradas”.  Renny complementó que las intervenciones grupales en las terapias psicológicas constituyen un complemento terapéutico muy importante porque permite que los hombres puedan expresar mejor sus emociones. 

Admitió que los tratamientos a los agresores han sido cuestionados permanentemente, porque se asume que las personas maltratadoras no se suelen reconocer como responsables de la violencia ejercida, pero también porque se considera que la intervención en sí misma no es eficaz. Dijo que por ello los programas deben ser evaluados, para mejorarlos y perfeccionarlos en función de criterios de calidad: a) estar incluidos en la red asistencial, b) asegurar una alta capacitación y formación de los profesionales, c) la duración del tratamiento debe estar determinada por los objetivos propuestos, d) contar con tratamientos específicos que  incluyan trabajo individual y de grupo, y e) estar sujetos a evaluación integral y continua. 

Javier Lobatón resumió lo más importante de las exposiciones y, luego, lanzó una pregunta a los y las expositores: Según sus experiencias ¿qué debemos enfocar en prevención con hombres?

Henry fue el primero en responder y dijo que “al trabajar con hombres nos cuestionamos junto a ellos lo que ha pasado en su historia personal para llegar a una situación de violencia, generalmente las respuestas van asociadas a la infancia, por lo que abordar la socialización de género, el proceso de construcción como hombres es sumamente importante y en ese aspecto tendría que enfocarse la prevención”.

Lila reconoció que  la prevención es una tarea pendiente y que “las cifras muestran que todavía un 35% de la población naturaliza aún la violencia y además apoyamos las conductas agresivas”. 

Marcos puso énfasis en la necesidad de trabajar el tema del respeto al diferente. “Se tiene que ver que somos singulares, pero cada uno tiene una manera de sentir y de estar, y no por ser diferente no tiene que ser aceptado. Creo que ayudaría mucho trabajar en el tema de distorsiones cognitivas”.

En criterio de Ana María “hay que introducir los temas de los roles de género y del autocuidado desde la niñez y adolescencia”.