¿Por qué los hombres ejercen violencia?

¿Por qué somos así? ¿Por qué generamos violencia…? Fueron las preguntas guía de la exposición en diapositivas de Marcelo Ponce, presidente de Prevención y Atención de las Violencias (PAVs) de El Alto, que facilitó el taller con el apoyo logístico de Noelia Illanes de Ciudadanía.

La exposición se inició con algunos ejemplos para explicar que los hombres muchas veces son víctimas del modelo hegemónico masculino.  Luego volvió al título de su presentación porque, dijo, para poder trabajar con los temas de violencia, es necesario analizar por qué los hombres son violentos, por qué son así. 

Explicó que la violencia es un problema de salud pública porque la salud pública es una respuesta organizada para promover y proteger la salud de la comunidad y evitar enfermedades, lo cual implica diagnóstico, evaluación, análisis y seguimiento, vigilancia, control de riesgos, promoción y participación de los ciudadanos en la salud. 

Luego presentó el modelo biopsicosocial bajo el cual se trabaja en salud y con el que se consideran los factores sociales, biológicos y psicológicos de manera conjunta e interrelacionada, en lugar de tomar cada uno de manera aislada como suele ocurrir en otros modelos. Detalló que los tres ejes transversales de este modelo son: la participación social, el enfoque de derecho y la igualdad de oportunidades. Esto implica participación comunitaria, creación y fortalecimiento de redes intersectoriales, centros comunitarios de rehabilitación y tecnología apropiada, que juntos conducen al desarrollo comunitario. 

Planteó que es importante diferenciar entre conducta agresiva y violencia, para no confundir los términos y para no cargar el concepto de violencia y hacerle perder su sentido. No todo es violencia. La agresividad sería la intención de infligir un estímulo nocivo a otra persona, como respuesta básica y de defensa. La violencia sería una conducta agresiva con la intención expresa de dañar. Hay dos tipos de violencia: impulsiva (no planeada) y predatoria (premeditada). 

Siguiendo el modelo biopsicosocial, explicó que la violencia tiene que ver con tres dimensiones: temperamento (neurobiológico heredado), personalidad y comportamiento (aprendido). Lo que se puede trabajar es el ámbito del comportamiento, aprender respuestas alternativas no violentas para controlar el temperamento. Las emociones no se pueden controlar, pero los comportamientos sí. Explicó cómo funciona químicamente el cerebro en relaciones sociales y en situaciones de conflicto y dijo que la dopamina y la oxitocina son esenciales para sentirse bien, por lo cual es muy importante producirlas. Los abrazos y besos son recomendables para generar ambas hormonas de la felicidad. 

Se detuvo en la explicación de la neuroanatomía de la violencia y aseguró que habrían tres secciones del cerebro muy importantes relacionadas con la violencia: el hipotálamo, que controla lo neurológico por hormonas, la amígdala, que genera emociones y es 75% más grande en hombres, y el hipocampo vinculado con la memoria y es 25% más grande en mujeres. La corteza pre frontal del cerebro sería la que discrimina todo, diferencia el bien del mal… en el caso de los hombres la testosterona reduciría la capacidad de conexión neuronal.

Se refirió a la “fisiología de la violencia” y mostró que sin emoción no hay atención, y a través de juegos didácticos ejemplificó la función de las emociones en el aprendizaje y la atención. A continuación habló de la plasticidad neuronal  y por qué se normaliza la violencia. Dijo que en la época de mayor plasticidad neuronal, de los 9 hasta los 12 años, el cerebro se va reconfigurando, deshecha la información que no sirve y fija nueva información. Las experiencias que se tienen a esa edad marcan mucho a futuro,“Si uno no tiene felicidad es más fácil que tenga patologías, violencia y depresión”. 

Aseguró que, en general,  el miedo  genera violencia y el miedo suele ser causado por falta de información. 

Finalmente colocó el video “Admito que no soy feliz” de Los Brothers, recomendó volver a verlo para comentarlo al día siguiente en base a algunas preguntas: ¿Qué tipos de evidencia se pueden ver en toda la historia?¿Qué tipos de violencia hacia el hombre? ¿Cómo inicia la historia en la situación de violencia? ¿Cómo salen de la situación de violencia? ¿Cuál es el mensaje final del video?

El segundo día del taller se inició con reflexiones en torno al video que, según los participantes, muestra el ejercicio de poder de un hombre sobre otro. Permite constatar que existen estímulos que impulsan a los hombres a asumir ciertas actitudes que, a su vez, han aprendido a lo largo de su vida. Reacción ante la frustración e impotencia, que generan miedo y derivan en violencia. Ayuda a reflexionar sobre las maneras de lidiar con las emociones sin violencia. 

Después de conversar sobre el video, el facilitador explicó que la alteración funcional de las emociones a nivel cerebral está asociada con la aparición de conductas violentas. La agresión, en sus diferentes tipos, puede estar vinculada a emociones negativas intensas. La dopamina muchas veces va de la mano con la impulsividad y puede hacer que una persona pierda el control y tome decisiones menos lógicas. 

Habrían cuatro perspectivas para explicar el origen de la violencia: la cultural (valores culturales patriarcales), la estructural (desigualdades sociales y falta de oportunidades), la psicopatológica (disfunciones de la personalidad), y de la interacción (verbal, de comportamiento y emocional). 

Explicó que la violencia se instala sutilmente por diferentes medios; una vez instalada se pierde la capacidad de asombro ante ella. La violencia subyace a la injusticia y se genera una situación de indefensión social. 

La inseguridad física, afectiva, personal y la ausencia de soporte social, así como el maltrato, la agresión y la violencia física o psicológica, pueden generar que quienes las sufren sean personas violentas, según el “esquema de la violencia” que mostró Marcelo Ponce. En general todo lo que genera confusión y, por lo tanto, miedo puede derivar en sensaciones que a la larga generan situaciones de violencia. Tanto agresor como víctima suelen sufrir de: autoestima baja, pobre asertividad, estilos de vida inadecuados, dificultad en los afrontamientos, pobre autocontrol, ambiente no favorecedor y escasa plataforma social. 

Afirmó que la violencia tiene una estructura cíclica, va de la tensión a la explosión y de ahí al arrepentimiento, una vez que la víctima disculpa, el ciclo vuelve a empezar y, preguntó, ¿dónde podríamos empezar a trabajar el tema de violencia? Sugirió empezar a trabajar en la parte de la tensión, para evitar la explosión  y resaltó la importancia de la comunicación y de ponerse de acuerdo en las labores de la casa. 

Se abrió la participación en torno a la pregunta: ¿es la violencia parte de la masculinidad? Si bien se opinó que generalmente la violencia suele ir de la mano con la masculinidad, puede haber otras formas de masculinidad no hegemónica que no vayan asociadas a la violencia. En el caso de la masculinidad hegemónica, la violencia es algo que se aprende, se enseña a los hombres a ser violentos para ser aceptados socialmente. 

A continuación se hizo una dinámica para trabajar sobre “programación social”. El facilitador contó un cuento sobre un amigo que trabaja en un hotel en refacción, repintaron y retiraron los números de las habitaciones,  al momento de volver a colocar los números, resulta que faltaba la cajita de los números 9. Llaman al dueño y el dueño manda a hacer números 9 pero necesitaba saber cuántos números 9 hay del 1 al 100. El facilitador pidió hacer el cálculo. Después de varios minutos, la mayoría dijo que eran 11, una persona calculó 19. La respuesta era 20. 

La dinámica permitió explicar que nos construimos a partir de tips, así funciona la programación social. “La programación social nos enseña a ser hombres y a ser mujeres, a partir de mandatos y roles”, puntualizó. 

Luego el facilitador habló sobre los diferentes sistemas de dominación: colonialismo que va de la mano del racismo, capitalismo que va de la mano del clasismo y patriarcado que va de la mano del machismo.  Y subrayó que las tres están relacionadas con el poder que unos tienen sobre otros. 

Postuló que el cambio social implica un esfuerzo personal por salir de los modelos hegemónicos, no sólo por el bien de la sociedad sino por uno mismo. Dijo que en el caso de los hombres, la masculinidad hegemónica tiene una influencia negativa en su salud. Los mandatos y roles asociados a la masculinidad hacen que se cuiden menos y se sientan más fuertes, y también que sean más violentos entre sí, lo cual lleva a problemas de salud frecuentes. 

A continuación se hizo una ronda de preguntas para que respondan los participantes. ¿Cuáles son los privilegios que tienen los hombres?, las respuestas no se dejaron esperar: llegar tarde a casa, ser infiel, salir de casa o estar en la calle, tener el plato más grande de comida, no asumir las tareas del hogar. ¿Será que la mujer tiene algún privilegio?, la respuesta fue contundente: más deberes que privilegios. 

A continuación expuso brevemente el pensamiento de la antropóloga feminista Rita Segato y mostró un esquema de las “potencialidades de los hombres”, con aspectos que se supone deben cumplir para ser considerados hombres: deben ser intelectuales, tener dinero para sostener el hogar, tienen que ser osados y competitivos, ser potentes sexualmente y tienen que ser líderes. Entonces las potencialidades serían: intelectual, económica, bélica, sexual, moral y política. “La sociedad exige a los hombres cumplir con esas potencialidades… y es así que el privilegio se vuelve mandato”, dijo. 

Se aprende a ser hombre por identificación y por negación. En ese proceso se discierne lo que es valorable y lo que no y las actitudes que se debe tener para ser aceptado como hombre en la sociedad. La masculinidad hegemónica indica que hay que lograr poder y que ese poder se consigue a partir de actitudes específicas. El modelo masculino hegemónico es similar a una mesa… a la que Jimmy Tellería denominó la “mesa de poder”. Es una mesa cuya tabla es el poder sostenido por cuatro patas: la heterosexualidad compulsiva, la misoginia, la homofobia y el sexismo. Por otro lado, el modelo femenino hegemónico, el modelo “mariano”, se ilustra con una “escalera al cielo”. Las dos columnas principales son la abnegación y el ser para todos, y los escalones son: ser virgen, ser esposa, ser fiel, ser madre. 

Retomando el tema de la violencia, explicó que existe una tríada de la violencia, que va en contra de uno mismo, contra otros hombres y contra las mujeres. Planteó que es necesario construir paradigmas masculinos plurales, con respeto a la diversidad. Para eso, se debe desmotar los mandatos de la masculinidad hegemónica,  lo mismo con el caso de la feminidad hegemónica.