Intervención con hombres agresores: No hagas trato con el maltrato

El taller estuvo a cargo de Javier Lobatón y Mauricio Ríos, ambos con una larga experiencia en CEPROSI. El primero como director de proyectos y, el segundo, como terapeuta.

De entrada marcaron algunas reglas: respetar la opinión del otro, tener el celular en silencio, participar activamente, tener cámara encendida y sonreír. Y un participante sugirió incluir: sinceridad. A continuación pidieron activar las cámaras y hacer una prueba de confianza, levantando los brazos y dándose un abrazo virtual. Y subrayaron que la confianza es vital poroque el trabajo se desarrollará en grupos. Y se presentan por grupos: El Dúo Dinámico; los NTN (No Tenemos Nombre) y  Rediseñando Valores.

Javier Lobatón inició su presentación con un cuadro de estadísticas oficiales que muestran el incremento sostenido de los indicadores de violencia (feminicidios, violaciones, violencia familiar) del 2015 al 2019.

Formuló dos preguntas para la reflexión: ¿Esto es normal o no? ¿Cuál es la causa de esta situación? 

Destacó que la violencia no es de un solo lado y, por tanto, no sólo se debe trabajar con una de las partes, generalmente, del lado de la víctima.  Dejó sentado que CEPROSI decidió trabajar con los “agresores”, hombres que pueden ser agresores pasivos o activos, con el objetivo de reeducarlos  para que pongan fin al ejercicio de violencia contra mujeres.  Un  cambio que tiene que ser personal. 

Dijo que abordar el tema de la violencia con hombres tiene que conseguir ciertos objetivos. Por un lado, se tiene que identificar la cultura machista y la violencia que fomenta y cómo esto se manifiesta en sus propias vidas; asumir responsabilidades al respecto; desarrollar habilidades y actitudes que permitan negociar sin violencia y evitar replicar la violencia, y desarrollar habilidades de autocuidado. La cultura del machismo tiene un macrosistema externo, un exsosistema y un microsistema interno, uno influye sobre el otro, se interioriza y normaliza. Al no ser natural, el tema de la violencia tiene que ser reflexionado desde su origen. 

CEPROSI, dijo, realiza un análisis crítico entre la masculinidad hegemónica, el poder, y la violencia, tomando en cuenta: 1. Construcción de la masculinidad; 2. Masculinidad y violencia de género; 3. Violencia de género y derechos humanos; 4. Estrategias para el cambio. Cada módulo tiene diferentes etapas y se trabaja tanto grupal como individualmente. 

Fue el turno de Mauricio Ríos que guió a los grupos para que participen con un  papelógrafo virtual en base a una imagen que  recibirían directamente.  El objetivo era crear un personaje con nombre, edad y especificando a qué se dedica. Tras más de media hora de trabajo en grupo, se expusieron los resultados de la dinámica.  Aun de algunas dificultades para usar la aplicación desde el celular, todos concluyeron que fue un trabajo interesante porque se pudo detectar roles y modelos físicos y actitudinales asociados tanto a la masculinidad como a la feminidad, y de qué manera estos se naturalizan y normalizan.

Luego se pasó a la ruleta de conceptos: patriarcado, violencia, machismo, poder, masculinidad, equidad, igualdad, sexo y género. Al girar la rueda,  a cada participante le tocó un concepto al azar, que debe intentar explicar. A medida que la ruleta giraba, los conceptos se fueron construyendo entre los participantes. 

Concluidas las dinámicas, los facilitadores aclararon algunos conceptos con una exposición llamada “Telaraña de conocimientos” y mostraron cómo la construcción del género es cultural y define los roles. Aclararon  que “el machismo no es exclusivo del hombre, sino algo que se transmite intergeneracionalmente, y que puede afectar tanto a hombres como a mujeres”. No se trata de ver las cosas dualmente, sino integrando también las diversidades sexuales. 

Explicaron que en CEPROSI trabajan desde un enfoque de género y desde las masculinidades, con 4 posibles enfoques: el esencialista, el normativo, el positivista y el semiótico que pueden permitir generar nuevas masculinidades disidentes. Resaltaron la importancia de incluir a los hombres porque la violencia tiene dos lados, los mensajes indirectos son más eficaces que los directos,  la presión exterior se debe acompañar con la motivación interior para el cambio, y es necesario que haya espacios de apoyo a los hombres que están en el camino de la igualdad. 

La idea es enviar mensajes para el cambio de los hombres, que permitan ver al pasado, constatar lo que se han perdido, y también ver al futuro, proyectar lo que se gana con la igualdad. La disposición a perder privilegios es algo justo y ético. Esto permitirá un cambio social hacia la igualdad, los cuidados y el sostenimiento de la vida. La intervención tiene que permitir darse  cuenta de que “lo personal es político”, hablar de experiencias personales, de los sentimientos, reconocer la vulnerabilidad, la debilidad, la duda, superar la rivalidad, gestionar la rabia y la impotencia, aprender a cuidar de los demás y de uno mismo, tener responsabilidad, no culpabilidad. 

Tras la exposición de los facilitadores, los participantes compartieron algunas opiniones. Muchos se preguntaron cómo se puede realmente incidir en el cambio hacia la igualdad, cómo se puede contribuir a generar una sociedad más igualitaria. Uno de ellos sugirió generar más espacios, grupos de trabajo, que llamen la atención de más participantes, trabajar en los barrios, incidir. Otro, consideró que se debe fomentar ciertos valores en la familia, empezar el cambio desde los niños, también en la educación, haciendo cursos específicos sobre el tema en los colegios. De inmediato surgió la pregunta “¿Cuáles serían eso “valores” deseables? Y la advertencia sobre mantener distancia de los “valores” que refuerzan la mirada androcentrista.  Los facilitadores hicieron énfasis en la importancia del cambio personal como primer paso, para después ver hasta qué nivel se puede incidir en la sociedad, e insistieron, lo primordial es empezar por uno mismo, por la familia y el círculo más cercano. Lo siguiente será aportar en la construcción de programas y políticas públicas. 

La jornada concluyó con tarea para la cada.  Se pidió a los participantes que sigan pensando en cómo se pueden generar cambios en su vida personal que vayan de la mano con lo avanzado en el taller… cómo se puede llevar la teoría a la práctica. Y que en sus grupos piensen en propuestas para generar cambios en otros hombres. 

El segundo día se pidió a los participantes habilitar sus cámaras y simular tener algún instrumento…uno simuló tener maracas, otro hizo mímica con una zampoña imaginaria, otra imitó un tambor y así sucesivamente. Un ejercicio para dar cuenta de la importancia de la corporalidad. Después de recapitular el día anterior, se insistió en la importancia del trabajo en grupo, para generar lazos de confianza.  

A poco de iniciar, problemas técnicos interrumpieron una dinámica grupal, lo que obligó a apurar la exposición.  Javier Lobatón empezó a describir la “Mesa de poder” que ejemplifica el modelo de masculinidad con una mesa en la cual el poder es la tabla sostenida por 4 patas: la heterosexualidad compulsiva,  la misoginia, la homofobia y el sexismo. La explicación sirvió para que los participantes encuadren el análisis de varios videos recomendados el día anterior.  Coincidieron en que es necesario reflexionar sobre la manera de intervenir y dónde intervenir, porque los cambios no están siendo suficientes, pues las conductas machistas permanecen en actos cotidianos, como se puede ver en los videos que, además, permitieron advertir que cada día se cometen actos machistas, aun sin notarlo. 

Lobatón pidió reflexionar sobre la frase “La igualdad de género es una lucha humana, no sólo femenina” que dio pie a que algunos afirmen que  no sólo los hombres son machistas,  también lo son las mujeres.  Otros dijeron que la frase da cuenta que la desigualdad de género es algo que afecta a todos, no sólo a las mujeres.  

¿Masculinidad o masculinidades? Preguntó el facilitador y dijo que si bien todos los hombres aprenden mensajes y mandatos, cada quien los experimenta de diferente manera de acuerdo al contexto, el país en que vive, la familia en la que se crece, etc., aunque lo común es que desde niño aprende a mostrarse fuerte, competitivo, ganador y a demostrar hombría, “debe” hacer cosas que afirman su capacidad de tener el control siempre, y eso tiene muchos costos, es “el precio de ser macho”. Tener que mostrarse siempre de ciertas maneras, como la sociedad dicta, luego cala muy fuerte. 

Fue una jornada con muchas dinámicas grupales, porque según Lobatón “el trabajo en grupo permite percatarse de que se ejercen actos de violencia aun sin darse cuenta, y entre hombres, siempre se justifica el uso de la fuerza, por eso es importante abordar el asunto”. 

Habló sobre el círculo de la violencia que comienza en la víctima, generando baja autoestima, culpa, ansiedad, entre otras cosas y, en cierto punto, justifica la violencia recibida por parte de su agresor. El agresor tiende a acumular tensiones y explotar de forma violenta. Luego busca excusas, pide disculpas, se justifica hasta convencer a la víctima. Entonces, el círculo vuelve a iniciar. Los participantes coinciden en que en el ciclo la violencia deriva en un círculo vicioso que se torna insufrible. 

¿Quién pone fin a la violencia? preguntó y la mayoría coincidió en que es un trabajo de a dos. También se habló de la importancia de que el Estado garantice el derecho a una vida libre de violencia. Algunos participantes se refirieron al tema de la culpa y apuntaron al que ejerce violencia como el único responsable. Se puso en el debate el tema la cuestión de la intencionalidad en el ejercicio de la violencia, concluyendo que la intención en sí es tener poder. 

La reflexión se centró en los prejuicios ocasionados por el patriarcado y hubo acuerdo en que las presiones a las que socialmente se someten los hombres pueden llevarlos a una angustia permanente y convertirlos en “prisioneros de la masculinidad hegemónica” que les exige mostrar su hombría permanentemente y ocultar su “humana vulnerabilidad”. 

Nuevo receso para trabajo de grupos y 7 minutos para preparar sus dinámicas. 

El Grupo 1 propuso que los hombres reflexionen sobre lo que piensan de las mujeres y las mujeres reflexionen sobre lo que piensan de los hombres. Pidieron que imaginen que llegaron los marcianos y a ellos hay que presentarles cómo son las mujeres. Un grupo tendría que decir las cosas positivas de las mujeres y el otro grupo las cosas negativas, para que el marciano tenga una mirada amplia. Los participantes hicieron su esfuerzo por actuar como albañiles, usando el humor para mostrar opiniones del sentido común y mostrando lo que probablemente diría un albañil.

El Grupo 2 propuso el juego “Cien hombres dijeron” y pidieron que afirmen o nieguen una serie de frases: “Las mujeres toleran más el dolor que los hombres”. Los que respondieron que sí dijeron que era porque sus mujeres todo les aguantan. “Los problemas familiares deben arreglarse sólo en la familia”, dijeron que estaban de acuerdo, que es mejor que eso no se haga público. Así fueron respondiendo satíricamente a distintas consignas, buscando frases cotidianas de justificación. 

El Grupo 3 trabajó el tema de relajación simulando una clase de colegio con jóvenes. La “profe” empezó una dinámica para trabajar las sensaciones corporales y ayudar a sentirse más calmados. Se trabajó la parte de relajación. Se pidió que se pongan cómodos. Y luego que se concentren y vayan subiendo mentalmente de la punta de los pies hasta la cabeza. Luego de soltarse pidió reflexionar sobre las cosas que contribuyen a la construcción de la masculinidad. Los “alumnos” interrumpían constantemente, preguntaban qué es masculinidad, decían que ya se querían ir, pedían pausa. Todo terminó entre risas.