Formación en Ciencias de la Comunicación Social en la UMSA, experiencia en Masculinidades y género, Sexualidad y en proyectos de Derechos Sexuales, Derechos Reproductivos, prevención de la violencia, prevención de la Trata de Personas; reflexiones sobre masculinidades como un aporte a la construcción de equidad e igualdad en género y Derechos Humanos.
Mes: abril 2021
¿Por qué los hombres ejercen violencia?
¿Por qué somos así? ¿Por qué generamos violencia…? Fueron las preguntas guía de la exposición en diapositivas de Marcelo Ponce, presidente de Prevención y Atención de las Violencias (PAVs) de El Alto, que facilitó el taller con el apoyo logístico de Noelia Illanes de Ciudadanía.
La exposición se inició con algunos ejemplos para explicar que los hombres muchas veces son víctimas del modelo hegemónico masculino. Luego volvió al título de su presentación porque, dijo, para poder trabajar con los temas de violencia, es necesario analizar por qué los hombres son violentos, por qué son así.
Explicó que la violencia es un problema de salud pública porque la salud pública es una respuesta organizada para promover y proteger la salud de la comunidad y evitar enfermedades, lo cual implica diagnóstico, evaluación, análisis y seguimiento, vigilancia, control de riesgos, promoción y participación de los ciudadanos en la salud.
Luego presentó el modelo biopsicosocial bajo el cual se trabaja en salud y con el que se consideran los factores sociales, biológicos y psicológicos de manera conjunta e interrelacionada, en lugar de tomar cada uno de manera aislada como suele ocurrir en otros modelos. Detalló que los tres ejes transversales de este modelo son: la participación social, el enfoque de derecho y la igualdad de oportunidades. Esto implica participación comunitaria, creación y fortalecimiento de redes intersectoriales, centros comunitarios de rehabilitación y tecnología apropiada, que juntos conducen al desarrollo comunitario.
Planteó que es importante diferenciar entre conducta agresiva y violencia, para no confundir los términos y para no cargar el concepto de violencia y hacerle perder su sentido. No todo es violencia. La agresividad sería la intención de infligir un estímulo nocivo a otra persona, como respuesta básica y de defensa. La violencia sería una conducta agresiva con la intención expresa de dañar. Hay dos tipos de violencia: impulsiva (no planeada) y predatoria (premeditada).
Siguiendo el modelo biopsicosocial, explicó que la violencia tiene que ver con tres dimensiones: temperamento (neurobiológico heredado), personalidad y comportamiento (aprendido). Lo que se puede trabajar es el ámbito del comportamiento, aprender respuestas alternativas no violentas para controlar el temperamento. Las emociones no se pueden controlar, pero los comportamientos sí. Explicó cómo funciona químicamente el cerebro en relaciones sociales y en situaciones de conflicto y dijo que la dopamina y la oxitocina son esenciales para sentirse bien, por lo cual es muy importante producirlas. Los abrazos y besos son recomendables para generar ambas hormonas de la felicidad.
Se detuvo en la explicación de la neuroanatomía de la violencia y aseguró que habrían tres secciones del cerebro muy importantes relacionadas con la violencia: el hipotálamo, que controla lo neurológico por hormonas, la amígdala, que genera emociones y es 75% más grande en hombres, y el hipocampo vinculado con la memoria y es 25% más grande en mujeres. La corteza pre frontal del cerebro sería la que discrimina todo, diferencia el bien del mal… en el caso de los hombres la testosterona reduciría la capacidad de conexión neuronal.
Se refirió a la “fisiología de la violencia” y mostró que sin emoción no hay atención, y a través de juegos didácticos ejemplificó la función de las emociones en el aprendizaje y la atención. A continuación habló de la plasticidad neuronal y por qué se normaliza la violencia. Dijo que en la época de mayor plasticidad neuronal, de los 9 hasta los 12 años, el cerebro se va reconfigurando, deshecha la información que no sirve y fija nueva información. Las experiencias que se tienen a esa edad marcan mucho a futuro,“Si uno no tiene felicidad es más fácil que tenga patologías, violencia y depresión”.
Aseguró que, en general, el miedo genera violencia y el miedo suele ser causado por falta de información.
Finalmente colocó el video “Admito que no soy feliz” de Los Brothers, recomendó volver a verlo para comentarlo al día siguiente en base a algunas preguntas: ¿Qué tipos de evidencia se pueden ver en toda la historia?¿Qué tipos de violencia hacia el hombre? ¿Cómo inicia la historia en la situación de violencia? ¿Cómo salen de la situación de violencia? ¿Cuál es el mensaje final del video?
El segundo día del taller se inició con reflexiones en torno al video que, según los participantes, muestra el ejercicio de poder de un hombre sobre otro. Permite constatar que existen estímulos que impulsan a los hombres a asumir ciertas actitudes que, a su vez, han aprendido a lo largo de su vida. Reacción ante la frustración e impotencia, que generan miedo y derivan en violencia. Ayuda a reflexionar sobre las maneras de lidiar con las emociones sin violencia.
Después de conversar sobre el video, el facilitador explicó que la alteración funcional de las emociones a nivel cerebral está asociada con la aparición de conductas violentas. La agresión, en sus diferentes tipos, puede estar vinculada a emociones negativas intensas. La dopamina muchas veces va de la mano con la impulsividad y puede hacer que una persona pierda el control y tome decisiones menos lógicas.
Habrían cuatro perspectivas para explicar el origen de la violencia: la cultural (valores culturales patriarcales), la estructural (desigualdades sociales y falta de oportunidades), la psicopatológica (disfunciones de la personalidad), y de la interacción (verbal, de comportamiento y emocional).
Explicó que la violencia se instala sutilmente por diferentes medios; una vez instalada se pierde la capacidad de asombro ante ella. La violencia subyace a la injusticia y se genera una situación de indefensión social.
La inseguridad física, afectiva, personal y la ausencia de soporte social, así como el maltrato, la agresión y la violencia física o psicológica, pueden generar que quienes las sufren sean personas violentas, según el “esquema de la violencia” que mostró Marcelo Ponce. En general todo lo que genera confusión y, por lo tanto, miedo puede derivar en sensaciones que a la larga generan situaciones de violencia. Tanto agresor como víctima suelen sufrir de: autoestima baja, pobre asertividad, estilos de vida inadecuados, dificultad en los afrontamientos, pobre autocontrol, ambiente no favorecedor y escasa plataforma social.
Afirmó que la violencia tiene una estructura cíclica, va de la tensión a la explosión y de ahí al arrepentimiento, una vez que la víctima disculpa, el ciclo vuelve a empezar y, preguntó, ¿dónde podríamos empezar a trabajar el tema de violencia? Sugirió empezar a trabajar en la parte de la tensión, para evitar la explosión y resaltó la importancia de la comunicación y de ponerse de acuerdo en las labores de la casa.
Se abrió la participación en torno a la pregunta: ¿es la violencia parte de la masculinidad? Si bien se opinó que generalmente la violencia suele ir de la mano con la masculinidad, puede haber otras formas de masculinidad no hegemónica que no vayan asociadas a la violencia. En el caso de la masculinidad hegemónica, la violencia es algo que se aprende, se enseña a los hombres a ser violentos para ser aceptados socialmente.
A continuación se hizo una dinámica para trabajar sobre “programación social”. El facilitador contó un cuento sobre un amigo que trabaja en un hotel en refacción, repintaron y retiraron los números de las habitaciones, al momento de volver a colocar los números, resulta que faltaba la cajita de los números 9. Llaman al dueño y el dueño manda a hacer números 9 pero necesitaba saber cuántos números 9 hay del 1 al 100. El facilitador pidió hacer el cálculo. Después de varios minutos, la mayoría dijo que eran 11, una persona calculó 19. La respuesta era 20.
La dinámica permitió explicar que nos construimos a partir de tips, así funciona la programación social. “La programación social nos enseña a ser hombres y a ser mujeres, a partir de mandatos y roles”, puntualizó.
Luego el facilitador habló sobre los diferentes sistemas de dominación: colonialismo que va de la mano del racismo, capitalismo que va de la mano del clasismo y patriarcado que va de la mano del machismo. Y subrayó que las tres están relacionadas con el poder que unos tienen sobre otros.
Postuló que el cambio social implica un esfuerzo personal por salir de los modelos hegemónicos, no sólo por el bien de la sociedad sino por uno mismo. Dijo que en el caso de los hombres, la masculinidad hegemónica tiene una influencia negativa en su salud. Los mandatos y roles asociados a la masculinidad hacen que se cuiden menos y se sientan más fuertes, y también que sean más violentos entre sí, lo cual lleva a problemas de salud frecuentes.
A continuación se hizo una ronda de preguntas para que respondan los participantes. ¿Cuáles son los privilegios que tienen los hombres?, las respuestas no se dejaron esperar: llegar tarde a casa, ser infiel, salir de casa o estar en la calle, tener el plato más grande de comida, no asumir las tareas del hogar. ¿Será que la mujer tiene algún privilegio?, la respuesta fue contundente: más deberes que privilegios.
A continuación expuso brevemente el pensamiento de la antropóloga feminista Rita Segato y mostró un esquema de las “potencialidades de los hombres”, con aspectos que se supone deben cumplir para ser considerados hombres: deben ser intelectuales, tener dinero para sostener el hogar, tienen que ser osados y competitivos, ser potentes sexualmente y tienen que ser líderes. Entonces las potencialidades serían: intelectual, económica, bélica, sexual, moral y política. “La sociedad exige a los hombres cumplir con esas potencialidades… y es así que el privilegio se vuelve mandato”, dijo.
Se aprende a ser hombre por identificación y por negación. En ese proceso se discierne lo que es valorable y lo que no y las actitudes que se debe tener para ser aceptado como hombre en la sociedad. La masculinidad hegemónica indica que hay que lograr poder y que ese poder se consigue a partir de actitudes específicas. El modelo masculino hegemónico es similar a una mesa… a la que Jimmy Tellería denominó la “mesa de poder”. Es una mesa cuya tabla es el poder sostenido por cuatro patas: la heterosexualidad compulsiva, la misoginia, la homofobia y el sexismo. Por otro lado, el modelo femenino hegemónico, el modelo “mariano”, se ilustra con una “escalera al cielo”. Las dos columnas principales son la abnegación y el ser para todos, y los escalones son: ser virgen, ser esposa, ser fiel, ser madre.
Retomando el tema de la violencia, explicó que existe una tríada de la violencia, que va en contra de uno mismo, contra otros hombres y contra las mujeres. Planteó que es necesario construir paradigmas masculinos plurales, con respeto a la diversidad. Para eso, se debe desmotar los mandatos de la masculinidad hegemónica, lo mismo con el caso de la feminidad hegemónica.
Intervención con hombres agresores: No hagas trato con el maltrato
El taller estuvo a cargo de Javier Lobatón y Mauricio Ríos, ambos con una larga experiencia en CEPROSI. El primero como director de proyectos y, el segundo, como terapeuta.
De entrada marcaron algunas reglas: respetar la opinión del otro, tener el celular en silencio, participar activamente, tener cámara encendida y sonreír. Y un participante sugirió incluir: sinceridad. A continuación pidieron activar las cámaras y hacer una prueba de confianza, levantando los brazos y dándose un abrazo virtual. Y subrayaron que la confianza es vital poroque el trabajo se desarrollará en grupos. Y se presentan por grupos: El Dúo Dinámico; los NTN (No Tenemos Nombre) y Rediseñando Valores.
Javier Lobatón inició su presentación con un cuadro de estadísticas oficiales que muestran el incremento sostenido de los indicadores de violencia (feminicidios, violaciones, violencia familiar) del 2015 al 2019.
Formuló dos preguntas para la reflexión: ¿Esto es normal o no? ¿Cuál es la causa de esta situación?
Destacó que la violencia no es de un solo lado y, por tanto, no sólo se debe trabajar con una de las partes, generalmente, del lado de la víctima. Dejó sentado que CEPROSI decidió trabajar con los “agresores”, hombres que pueden ser agresores pasivos o activos, con el objetivo de reeducarlos para que pongan fin al ejercicio de violencia contra mujeres. Un cambio que tiene que ser personal.
Dijo que abordar el tema de la violencia con hombres tiene que conseguir ciertos objetivos. Por un lado, se tiene que identificar la cultura machista y la violencia que fomenta y cómo esto se manifiesta en sus propias vidas; asumir responsabilidades al respecto; desarrollar habilidades y actitudes que permitan negociar sin violencia y evitar replicar la violencia, y desarrollar habilidades de autocuidado. La cultura del machismo tiene un macrosistema externo, un exsosistema y un microsistema interno, uno influye sobre el otro, se interioriza y normaliza. Al no ser natural, el tema de la violencia tiene que ser reflexionado desde su origen.
CEPROSI, dijo, realiza un análisis crítico entre la masculinidad hegemónica, el poder, y la violencia, tomando en cuenta: 1. Construcción de la masculinidad; 2. Masculinidad y violencia de género; 3. Violencia de género y derechos humanos; 4. Estrategias para el cambio. Cada módulo tiene diferentes etapas y se trabaja tanto grupal como individualmente.
Fue el turno de Mauricio Ríos que guió a los grupos para que participen con un papelógrafo virtual en base a una imagen que recibirían directamente. El objetivo era crear un personaje con nombre, edad y especificando a qué se dedica. Tras más de media hora de trabajo en grupo, se expusieron los resultados de la dinámica. Aun de algunas dificultades para usar la aplicación desde el celular, todos concluyeron que fue un trabajo interesante porque se pudo detectar roles y modelos físicos y actitudinales asociados tanto a la masculinidad como a la feminidad, y de qué manera estos se naturalizan y normalizan.
Luego se pasó a la ruleta de conceptos: patriarcado, violencia, machismo, poder, masculinidad, equidad, igualdad, sexo y género. Al girar la rueda, a cada participante le tocó un concepto al azar, que debe intentar explicar. A medida que la ruleta giraba, los conceptos se fueron construyendo entre los participantes.
Concluidas las dinámicas, los facilitadores aclararon algunos conceptos con una exposición llamada “Telaraña de conocimientos” y mostraron cómo la construcción del género es cultural y define los roles. Aclararon que “el machismo no es exclusivo del hombre, sino algo que se transmite intergeneracionalmente, y que puede afectar tanto a hombres como a mujeres”. No se trata de ver las cosas dualmente, sino integrando también las diversidades sexuales.
Explicaron que en CEPROSI trabajan desde un enfoque de género y desde las masculinidades, con 4 posibles enfoques: el esencialista, el normativo, el positivista y el semiótico que pueden permitir generar nuevas masculinidades disidentes. Resaltaron la importancia de incluir a los hombres porque la violencia tiene dos lados, los mensajes indirectos son más eficaces que los directos, la presión exterior se debe acompañar con la motivación interior para el cambio, y es necesario que haya espacios de apoyo a los hombres que están en el camino de la igualdad.
La idea es enviar mensajes para el cambio de los hombres, que permitan ver al pasado, constatar lo que se han perdido, y también ver al futuro, proyectar lo que se gana con la igualdad. La disposición a perder privilegios es algo justo y ético. Esto permitirá un cambio social hacia la igualdad, los cuidados y el sostenimiento de la vida. La intervención tiene que permitir darse cuenta de que “lo personal es político”, hablar de experiencias personales, de los sentimientos, reconocer la vulnerabilidad, la debilidad, la duda, superar la rivalidad, gestionar la rabia y la impotencia, aprender a cuidar de los demás y de uno mismo, tener responsabilidad, no culpabilidad.
Tras la exposición de los facilitadores, los participantes compartieron algunas opiniones. Muchos se preguntaron cómo se puede realmente incidir en el cambio hacia la igualdad, cómo se puede contribuir a generar una sociedad más igualitaria. Uno de ellos sugirió generar más espacios, grupos de trabajo, que llamen la atención de más participantes, trabajar en los barrios, incidir. Otro, consideró que se debe fomentar ciertos valores en la familia, empezar el cambio desde los niños, también en la educación, haciendo cursos específicos sobre el tema en los colegios. De inmediato surgió la pregunta “¿Cuáles serían eso “valores” deseables? Y la advertencia sobre mantener distancia de los “valores” que refuerzan la mirada androcentrista. Los facilitadores hicieron énfasis en la importancia del cambio personal como primer paso, para después ver hasta qué nivel se puede incidir en la sociedad, e insistieron, lo primordial es empezar por uno mismo, por la familia y el círculo más cercano. Lo siguiente será aportar en la construcción de programas y políticas públicas.
La jornada concluyó con tarea para la cada. Se pidió a los participantes que sigan pensando en cómo se pueden generar cambios en su vida personal que vayan de la mano con lo avanzado en el taller… cómo se puede llevar la teoría a la práctica. Y que en sus grupos piensen en propuestas para generar cambios en otros hombres.
El segundo día se pidió a los participantes habilitar sus cámaras y simular tener algún instrumento…uno simuló tener maracas, otro hizo mímica con una zampoña imaginaria, otra imitó un tambor y así sucesivamente. Un ejercicio para dar cuenta de la importancia de la corporalidad. Después de recapitular el día anterior, se insistió en la importancia del trabajo en grupo, para generar lazos de confianza.
A poco de iniciar, problemas técnicos interrumpieron una dinámica grupal, lo que obligó a apurar la exposición. Javier Lobatón empezó a describir la “Mesa de poder” que ejemplifica el modelo de masculinidad con una mesa en la cual el poder es la tabla sostenida por 4 patas: la heterosexualidad compulsiva, la misoginia, la homofobia y el sexismo. La explicación sirvió para que los participantes encuadren el análisis de varios videos recomendados el día anterior. Coincidieron en que es necesario reflexionar sobre la manera de intervenir y dónde intervenir, porque los cambios no están siendo suficientes, pues las conductas machistas permanecen en actos cotidianos, como se puede ver en los videos que, además, permitieron advertir que cada día se cometen actos machistas, aun sin notarlo.
Lobatón pidió reflexionar sobre la frase “La igualdad de género es una lucha humana, no sólo femenina” que dio pie a que algunos afirmen que no sólo los hombres son machistas, también lo son las mujeres. Otros dijeron que la frase da cuenta que la desigualdad de género es algo que afecta a todos, no sólo a las mujeres.
¿Masculinidad o masculinidades? Preguntó el facilitador y dijo que si bien todos los hombres aprenden mensajes y mandatos, cada quien los experimenta de diferente manera de acuerdo al contexto, el país en que vive, la familia en la que se crece, etc., aunque lo común es que desde niño aprende a mostrarse fuerte, competitivo, ganador y a demostrar hombría, “debe” hacer cosas que afirman su capacidad de tener el control siempre, y eso tiene muchos costos, es “el precio de ser macho”. Tener que mostrarse siempre de ciertas maneras, como la sociedad dicta, luego cala muy fuerte.
Fue una jornada con muchas dinámicas grupales, porque según Lobatón “el trabajo en grupo permite percatarse de que se ejercen actos de violencia aun sin darse cuenta, y entre hombres, siempre se justifica el uso de la fuerza, por eso es importante abordar el asunto”.
Habló sobre el círculo de la violencia que comienza en la víctima, generando baja autoestima, culpa, ansiedad, entre otras cosas y, en cierto punto, justifica la violencia recibida por parte de su agresor. El agresor tiende a acumular tensiones y explotar de forma violenta. Luego busca excusas, pide disculpas, se justifica hasta convencer a la víctima. Entonces, el círculo vuelve a iniciar. Los participantes coinciden en que en el ciclo la violencia deriva en un círculo vicioso que se torna insufrible.
¿Quién pone fin a la violencia? preguntó y la mayoría coincidió en que es un trabajo de a dos. También se habló de la importancia de que el Estado garantice el derecho a una vida libre de violencia. Algunos participantes se refirieron al tema de la culpa y apuntaron al que ejerce violencia como el único responsable. Se puso en el debate el tema la cuestión de la intencionalidad en el ejercicio de la violencia, concluyendo que la intención en sí es tener poder.
La reflexión se centró en los prejuicios ocasionados por el patriarcado y hubo acuerdo en que las presiones a las que socialmente se someten los hombres pueden llevarlos a una angustia permanente y convertirlos en “prisioneros de la masculinidad hegemónica” que les exige mostrar su hombría permanentemente y ocultar su “humana vulnerabilidad”.
Nuevo receso para trabajo de grupos y 7 minutos para preparar sus dinámicas.
El Grupo 1 propuso que los hombres reflexionen sobre lo que piensan de las mujeres y las mujeres reflexionen sobre lo que piensan de los hombres. Pidieron que imaginen que llegaron los marcianos y a ellos hay que presentarles cómo son las mujeres. Un grupo tendría que decir las cosas positivas de las mujeres y el otro grupo las cosas negativas, para que el marciano tenga una mirada amplia. Los participantes hicieron su esfuerzo por actuar como albañiles, usando el humor para mostrar opiniones del sentido común y mostrando lo que probablemente diría un albañil.
El Grupo 2 propuso el juego “Cien hombres dijeron” y pidieron que afirmen o nieguen una serie de frases: “Las mujeres toleran más el dolor que los hombres”. Los que respondieron que sí dijeron que era porque sus mujeres todo les aguantan. “Los problemas familiares deben arreglarse sólo en la familia”, dijeron que estaban de acuerdo, que es mejor que eso no se haga público. Así fueron respondiendo satíricamente a distintas consignas, buscando frases cotidianas de justificación.
El Grupo 3 trabajó el tema de relajación simulando una clase de colegio con jóvenes. La “profe” empezó una dinámica para trabajar las sensaciones corporales y ayudar a sentirse más calmados. Se trabajó la parte de relajación. Se pidió que se pongan cómodos. Y luego que se concentren y vayan subiendo mentalmente de la punta de los pies hasta la cabeza. Luego de soltarse pidió reflexionar sobre las cosas que contribuyen a la construcción de la masculinidad. Los “alumnos” interrumpían constantemente, preguntaban qué es masculinidad, decían que ya se querían ir, pedían pausa. Todo terminó entre risas.
Análisis criminológico de la violencia masculina y comportamientos delictivos
La psicología de la delincuencia, la criminología y cómo la criminología analiza la violencia y los conflictos delictivos. Suficiente para un primer día de taller que será fundamentalmente teórico, anunció la psicóloga Jenny Portugal.
El anfitrión, Santos Saico, de CISTAC, se limitó a dar a conocer la vasta experiencia de la especialista que actualmente trabaja en la Dirección de Seguridad Ciudadana de El Alto.
Las primeras diapositivas se centraron en el análisis criminológico de la violencia machista y los comportamientos delictivos. Jenny Portugal, dio por hecho que ya leyeron los tres textos introductorios “porque la criminología no es un área fácil” y preguntó “¿Qué tema llamo tu atención? ¿Alguna vez infringiste las normas sociales, alguna vez imaginaste agredir físicamente a alguien, alguna vez deseaste la muerte de alguien, alguna vez deseaste vengarte de alguien? ¿Qué experiencias tuvieron con violencia?
Solo una participante que se aplicó con la lectura dijo que le llamó la atención los rasgos psicológicos que predisponen a una persona a ser una agresora. Dio pie a la facilitadora a insistir en que la especialidad exige leer mucho y ser muy observadores. Y a continuación plantear que es importante analizar la propia relación con la violencia y con las normas sociales, para entender el proceso en el cual algunas personas se involucran en hechos de violencia y cometen delitos.
Detalló que según un estudio de Naciones Unidas (2014), “cerca del 95% de los homicidas a nivel global son hombres”. Refirió que “Investigaciones sociológicas demuestran que los niños y los hombres son socialmente recompensados por ser físicamente fuertes y dominantes y socialmente ridiculizados si se muestran débiles o sumisos”. “Hay más hombres psicópatas que mujeres”, puntualizó.
Es fundamental tener evidencia científica para entender la incidencia del delito, dijo, y a continuación presentó los datos del centro penitenciario de Qalauma donde la mayoría de hombres recluidos tienen entre 21 y 25 años, por lo que concluyó que en ese rango de edad se registra la mayor incidencia en delitos. Del total de internos, 254 son hombres y sólo mujeres. Los datos desagregados muestran que los delitos más frecuentes son violación de infantes y adolescentes, violación, robo agravado y estupro.
Luego de explayarse con estadísticas sobre la comisión de delitos a nivel nacional, insistió que “es muy importante el análisis reflexivo del tipo de movimiento delictivo por ciudades” y, asimismo, entender la dinámica del entorno social e incluso cómo los medios de prensa representan a la víctima y al agresor a la hora de reflejar un hecho violento. Cuando se realiza un análisis criminológico hay que tomar diferentes perspectivas, y es fundamental ver los datos estadísticos, recomendó.
Luego se centró en la relación entre masculinidad y criminalidad. Dijo que desde el enfoque de masculinidades es importante abrir la mente a diferentes perspectivas y romper las barreras disciplinarias para comprender el comportamiento humano. La masculinidad se construye aprendiendo a negar lo femenino y reafirmando el ser hombre de manera permanente. Dado que los hombres generalmente no saben manejar sus emociones, y su afectividad está menos desarrollada, les cuesta aceptar que están sufriendo una situación emocional conflictiva, porque eso significaría que están siendo débiles.
La facilitadora aseguró que los hombres y las mujeres tienen la misma potencialidad de violencia, sin embargo, al hombre se le ha enseñado a utilizar la violencia física, mientras que a las mujeres se les enseña a usar más la violencia psicológica. Las mujeres también pueden usar la violencia física y ser letales pero, hay un “proceso de naturalización de la violencia masculina como modo legitimado de resolver conflictos personales”, eso lleva a que los hombres tiendan a resolver sus conflictos con violencia, mientas que las mujeres tienden a insultar, van primero a lo verbal. Estos comportamientos se han ido modificando, y ahora algunas mujeres recurren a la violencia física para resolver conflictos.
Entrando en materia criminal, puntualizó que la criminología ayuda a hacer un análisis mucho más amplio de los comportamientos que llevan a las personas a la violación de la norma social. Preguntó, ¿Qué sucede, qué está pasando en la sociedad, para que las personas infrinjan las normas al punto de asesinar o cometer un delito sexual?, y aseguró que las bebidas alcohólicas aumentan el riesgo de comisión de estos delitos al igual que la violencia en televisión.
Explicó que según Michelle McGuire (2019), la criminología debe analizar 3 fenómenos: la naturaleza y causa de delitos y delincuentes; las respuestas que las instituciones dan a la conducta delictiva; el desarrollo de una metodología científica para poder explicarla.
Después de 15 minutos de receso, Jenny Portugal habló sobre el comportamiento delictivo y de algunos elementos que se deben tomar en cuenta para entenderlo: las interacciones entre la persona y su entorno, los pensamientos y elecciones de los agresores, las emociones, las recompensas, los rasgos y perfiles de la personalidad, los aprendizajes y socializaciones, las creencias y actitudes, y las expectativas.
Dijo que algunas de las explicaciones de la delincuencia serían las siguientes: 1) la delincuencia se aprende, 2) existen rasgos y características que predisponen al delito, 3) los delitos constituyen reacciones a vivencias individuales de estrés o tensión, 4) tiene relación con la ruptura de los vínculos sociales y, 5) el inicio y mantenimiento de la carrera delictiva se relacionan con el desarrollo del individuo, su infancia y adolescencia. La transgresión de las normas tendría un origen multifactorial y según el Modelo del Triple Riesgo Delictivo (TRD), habría 3 tipos factores a tomar en cuenta: (A) factores de riesgo personal, (B) factores de carencia de apoyo pro social, y (C) factores de oportunidad.
Enfatizó que cuando se analiza el desorden de conducta o trastorno disocial es importante estudiar ciertos actos y actitudes tomando en cuenta su frecuencia, su intensidad, su cronicidad y su magnitud. Identificar esto a tiempo puede evitar que alguien cometa crímenes irreversibles a futuro. Es necesario considerar la violencia como un proceso, que tiene dos planos temporales: sincrónico (no se limita a la pareja sino que involucra a otras personas directa o indirectamente) y diacrónico (cambia por el tiempo o la influencia del entorno). Es una relación de poder en la que inciden otros factores, como la presión social o la situación económica.
EL segundo día de taller comenzó con un video de una entrevista a Vicente Garrido en la que, entre otras cosas, aseguró que los feminicidios son una cuestión emocional, no una cuestión intelectual, por lo que cuestionó que los medios busquen explicaciones racionales para actos emocionales. Dijo que desde la criminología es importante analizar los diferentes factores que han podido llevar a una persona a cometer un crimen y sugirió que las políticas y programas de prevención tendrían que centrarse en los hombres considerados de riesgo: que andan borrachos en las calles, que son agresivos tanto en espacios públicos como privados, etc.
La facilitadora retomó la conducción, recapituló algunos conceptos desarrollados el día anterior y apuntó que el taller combina el análisis desde el enfoque de masculinidades y desde la criminología y “se espera que cada participante se vaya con un reto, preguntándose dónde trabajar y cómo trabajar, en qué enfocarse, desde dónde pueden aportar, etc. Es importante dar cuenta de la importancia de la prevención, puesto que revertir las actitudes delictivas es mucho más complejo que prevenirlas.
Como estaba programado se organizó grupos de trabajo para que las personas participantes, en base a casos concretos, reflexionen desde el ámbito de su profesión y analicen los motivos que llevan a los hombres a cometer feminicidios.
El Grupo 1 analizó el caso de una mujer joven, víctima de feminicidio, embarazada y quemada, y lanzó algunas hipótesis: el agresor probablemente actuó por miedo a perder su libertad, debido al embarazo no planificado; es previsible que haya propuesto no continuar con el embarazo. Atribuyeron al agresor un aire de “aquí se hace lo que yo diga”, la mata y la quema, por tanto, hay saña y premeditación.
El Grupo 2 analizó un feminicidio en El Alto con un grado de violencia extrema: la víctima fue decapitada y desmembrada. Dedujeron que el hecho pudo ser resultado de la decisión de la mujer de terminar la relación, o posiblemente porque el autor descubrió alguna infidelidad.
Por último, el Grupo 3 reflexionó en torno al caso de una mujer encontrada muerta en un terreno baldío en la autopista con la cabeza destruida por una roca y sus pantalones bajados lo que hace pensar que talvez se negó a tener sexo y eso impulsó al hombre a matarla.
Los tres grupos coinciden que los casos tienen en común que hay cierta noción de “dueñidad”, por lo que sería un aspecto importante a trabajar en las políticas y programas de prevención. Se debe enseñar a identificar y gestionar las emociones en hombres, porque no saben qué hacer ante la frustración. Utilizar el enfoque de masculinidades para entender la mente de los hombres puede permitir mejorar las políticas de prevención de la violencia.
La violencia machista: una mirada reflexiva de las masculinidades desde las mujeres
Un taller sólo para mujeres, con dos mujeres en la conducción. Wanda Pinto, de Ciudadanía, como anfitriona y Cecilia Saavedra, de CISTAC, como moderadora.
La moderadora inició el taller con una rápida referencia a la importancia del advocay participativo, una metodología promovida por CISTAC. Detalló que el trabajo desde las masculinidades le permitió adentrarse en el feminismo. Después hizo una introducción sobre la teoría social del género, con el apoyo de diapositivas.
Definió el género como una “serie de atributos y funciones que van más allá de lo biológico y reproductivo” y detalló que “las masculinidades refieren todo lo que los hombres sienten, piensan, dicen, a partir de una construcción cultural e histórica”.
Dio varios ejemplos sobre cómo se construyen los mandatos de género y concluyó que “Los hombres aprenden códigos de funcionamiento vital para la valoración, libertad, autonomía y ejercicio de poder”, mientras que las mujeres son entrenadas para cuidar y hacer los trabajos domésticos, se les enseña “abnegación y sufrimiento como valor el ser”.
Luego de subrayar que el ejercicio de poder de los hombres sobre las mujeres se da a partir del control y el dominio, desde la infancia, recordó que también hay relaciones intragenéricas, por lo que es importante analizar cómo están las relaciones entre mujeres, “si existe la sororidad o si nos vemos como rivales”.
Es necesario recordar, dijo, que “hablar de género es también hablar de hombres”, por tanto, hay que “romper el mito de que hablar de género es hablar de mujer” y subrayó que es categoría muy amplia que permite también hablar sobre las masculinidades.
Después de la introducción teórica, se proyectó el video “Basta ya” de la serie Hombres que permitió adentrarse en las prácticas machistas y ver cómo se configura el modelo hegemónico de masculinidad. Se abrió un intercambio sobre los mensajes clave del video: es difícil romper las estructuras impuestas en el seno de la familia; las mujeres arrastran procesos de formación que dificultan la deconstrucción de ciertas estructuras; pese a los avances, las fracturas a la estructura han sido sólo pinceladas.
Dicho eso, la moderadora señaló que lo que se intenta es que la nueva masculinidad no se reconfigure como una moda. Y que no es la idea que haya un nuevo modelo hegemónico sea de masculinidad o feminidad, sino que ir hacia la despatriarcalización. Que es importante entender que dentro del sistema pierden tanto hombres como mujeres, pero en diferente medida porque hay un juego de relaciones de poder, pero al momento de pagar los costos, las mujeres lo pagan con sus cuerpos.
Después de la conversación la facilitadora continuó su exposición con diapositivas. Explicó que la construcción y reproducción del modelo hegemónico de masculinidad se basa en la concentración de poder y privilegio, se genera, constituye y materializa en el relacionamiento interpersonal y en la organización social. Prácticas cotidianas, como el castigo, control, perdón, indiferencia y otras, aseguran el poder.
La facilitadora explicó que existen “4 patas” que sostienen el modelo de masculinidad hegemónico basado en el poder: la heterosexualidad compulsiva, la misoginia, la homofobia y el sexismo.
Tarea para la casa. Analizar el modelo hegemónico de feminidad y los mandatos de género: de qué manera las han marcado, incomodado y talvez despertado rebeldías, y qué propuestas de cambio quieren hacer en lo personal y también en lo familiar.
Al final las participantes lanzan algunas opiniones sobre el trabajo realizado y sobre la tarea para el día siguiente. El segundo día de taller se inició con la recapitulación de lo ya visto y el anunció de una jornada más participativa. Se dio inicio a la dinámica del “Yo soy” con dos preguntas: ¿cómo nos construimos y cómo nos construyen a partir de nacer mujeres? y ¿qué significa ser mujer en lo social? ´
En general, las participantes consideraron que a las mujeres se las educa desde niñas para ser delicadas, calladas y obedientes y, ojo, son las madres las que enseñan dichos mandatos a sus hijas, por lo que los roles se transmiten de generación en generación. Lo propio con los varones, con la consabida sobreprotección de los padres y la sobrecarga de tareas sobre las hijas mujeres. Los regalos de las niñas, casi siempre objetos asociados al cuidado y la doméstico son otra forma de contribuir a la reproducción de roles. En lo social, opinaron que “la mujer es vista como la costilla, como parte del hombre, no autónoma, no independiente”, aunque por otro lado se les asigne más tareas que al varón viéndose obligadas a cumplir dobles o triples jornadas. Se enfatizó que es importante la no victimización aun cuando las desigualdades sigan siendo una realidad. Para responder, las participantes hicieron énfasis en sus vivencias personales, con ejemplos sobre su crianza y experiencias compartidas en la vida cotidiana.
Segunda parte de la dinámica. ¿Cuáles son los mandatos de ser mujer que han recibido a lo largo de su vida? Algunas respuestas: “Siéntate como señorita”, “La cocina es para las mujeres”. “Ya deberías casarte”. “No juegues así, pareces varón”. “Si no cocinas, no vas a tener marido”. “Tienes que aprender a comprar en el mercado, algún día te vas a casar”. En casos de acoso: “qué habrás hecho, más larga te tienes que poner tu falda”. “Mira tu cabello, pareces hombre”. En general se refirió mucha presión sobre el cuidado del aspecto físico, temprana incorporación a las tareas de cuidado, y permanente referencia al matrimonio y la maternidad como destino de la mujer.
A continuación, Cecilia Saavedra pasó a explicar en qué consiste el modelo hegemónico de feminidad, utilizando la metáfora de la escalera, propuesta por la Coordinadora de la Mujer, que se sustenta en dos pilares: ser para otros y abnegación. Estos pilares estarían atravesados por varios peldaños, de abajo hacia arriba: virginidad, matrimonio, fidelidad y maternidad, a los que CISTAC agregó el peldaño del cuidado. A partir de esos peldaños se ejerce control sobre las mujeres y se genera culpa, lo cual contribuye a sostener el machismo y el sistema patriarcal. “Cuanto más te acercas al modelo hegemónico representas a la ´buena mujer´ y mientras más te alejas serás considerada ´mala mujer´”, destacó.
A continuación detalló la campaña que se impulsa en Paraguay para romper con los mandatos clásicos: “Si te grita o te maltrata, ahí no es”; “Si dejas de hacer lo que te gusta, ahí no es”; “Si te dice ‘es tu culpa, tú provocas que yo sea así’, para justificarse, ahí no es”; “Si sabe cómo te hacen sentir sus comentarios, y aun así los sigue haciendo, ahí no es”; “Si te hace sentir o te dice que nadie más te va a querer, ahí no es”. Una campaña que también cuadra con nuestro contexto.
En base a lo visto, las participantes compartieron sus experiencias y se cuestionaron cómo se podría romper con el modelo hegemónico femenino. Conversaron sobre las dificultades en el camino a deconstruirse, pero también sobre algunos avances en ese sentido. También resaltaron que hay que tener cuidado con las reconfiguraciones de la estructura que muchas veces aparecen como cambios. Subrayaron que los micromachismos se pueden seguir reproduciendo aunque aparezcan de manera sutil y pasen desapercibidos. Sin embargo, concluyeron que es importante estar conscientes de que sí es posible cambiar los mandatos y avanzar en la lucha contra el patriarcado.
A continuación otro video que llama a la reflexión sobre los diferentes tipos de violencia. Y casi al cierre, una invitación a pensar propuestas de cambio a nivel personal, familiar y social. En general se consideró que es un reto pensar cómo llevar a la práctica, al cotidiano, el cambio. Se habló de la importancia de cambiar la asignación de roles que deriva en desigualdad y, re-mirar los micromachismos para profundizar la deconstrucción tanto personal, como de los y las demás. Se observó que es importante cuestionar las actitudes que contribuyen a reproducir el sistema y mostrar otras posibilidades de ser, pero que también es importante no sentir resentimiento por quienes no han podido cambiar aún y ser comprensivas al respecto. En cuanto a lo social, plantearon que es importante estar alertas para denunciar los actos de violencia y también las irregularidades en la aplicación de la ley. También destacaron la importancia de trabajar con niños y niñas.
Prevención de la violencia machista desde el trabajo en masculinidades
El taller fue pensado originalmente sólo para hombres, pero se colaron algunas mujeres, algo que no preocupó a Jimmy Tellería que explicó la dinámica de participación y dejó la moderación a Henry Roldán, también de CISTAC.
Los psicólogos eran mayoría entre los participantes, pero también hubo una defensora comunitaria y un comunicador social. El moderador anunció que después de una introducción teórica, se promoverá un proceso reflexivo y, luego, una dinámica práctica con ejemplos de herramientas que se pueden adaptar a procesos formativos.
Se dio formalmente inicio al taller con una ruleta de preguntas: ¿Sólo los pobres sufren violencia? ¿La violencia es normal en toda relación? ¿La violencia se justifica? ¿Qué es la violencia? ¿Solo es violencia si hay golpe? ¿Se puede salir de una relación violenta? ¿La infidelidad merece castigo?
La ruleta giró hasta completar las preguntas que, luego, fueron respondidas una por una por los participantes del taller. De esa manera se fue construyendo colectivamente, con la guía y aportes del facilitador, el concepto de violencia y sus distintas manifestaciones.
La violencia no es necesariamente física, existen otros tipos de violencia, como la psicológica o la económica, todas reconocidas en la ley 348, dijeron los participantes. También coincidieron en que violencia no es un hecho aislado, sino un proceso que se da sistemáticamente hasta llegar a la agresión y a la forma más extrema como es el feminicidio.
Puntualizaron que aunque la violencia es injustificable tanto dentro como fuera de una relación, está normalizada, lo que impide que algunas personas se den cuenta que están viviendo en una relación violenta aun de las consecuencias tanto personales como para su entorno familiar. Acordaron que es difícil pero no imposible salir de una relación violenta y que el primer paso para lograrlo es que la persona afectada se dé cuenta de lo que está pasando.
Y en medio de esas consideraciones, el moderador llamó la atención sobre el concepto de interseccionalidad que plantea tomar en cuenta cómo varias categorías biológicas, sociales y culturales como el género, la etnia, la clase, la orientación sexual, la religión, la edad y otros ejes de identidad interaccionan en múltiples y simultáneos niveles.
Y después de una breve pausa se reinstaló el taller y Henry Roldán recordó que la violencia ocupa un papel importante en la construcción de las relaciones entre mujeres y hombres porque se trata de un fenómeno estructural para el mantenimiento de la desigualdad. Puntualizó que los estereotipos de género prefiguran los escenarios de la violencia no sólo sobre las mujeres sino también sobre hombres transgresores, para reafirmar los roles asignados socialmente y las conductas apropiadas de cada sexo. Desde el enfoque de las masculinidades, dijo, se plantea que la violencia hacia las mujeres no afecta exclusivamente a las mujeres pues en realidad los hombres son víctimas de su propia violencia. Las formas, modalidades, intensidades y frecuencias de las violencias son distintas, pero no son exclusivas de un género. Cuestionar el modelo hegemónico de masculinidad significa buscar nuevos modelos y expresiones de la masculinidad, indispensables para cambiar las relaciones entre las mujeres y los hombres y favorecer unas relaciones sociales más justas y equilibradas.
“Lo masculino, como definición, es el conjunto de prácticas, actitudes que hacen referencia al cuerpo masculino, que generalmente está adjudicado a los hombres. Al hablar de masculinidad se haría referencia a aquellos comportamientos que hacen a lo masculino. Todo aquello que los hombres dicen, hacen y piensan para ser definidos hombres. En este hacerse, en este decirse, en este pensarse, participan otras dimensiones: yo soy hombre porque hago lo que otros hombres hacen y yo soy hombre porque no soy mujer”, subrayó.
Se abrió el debate. En general los comentarios complementaron lo ya dicho por el moderador, pero una voz se impone para señalar que “el hombre no sólo se quiere diferenciar de la mujer, sino también de los hombres que se salen de la masculinidad hegemónica, los hombres que no son considerados hombres, como los homosexuales y también los niños”. Y en el intercambio surge el tema obligado: la pandemia que, para muchos, abrió la posibilidad de un cambio porque “ha queda demostrado que tanto hombres como mujeres somos iguales, todos somos vulnerables”. No faltó quien dijo que “el hecho de que muchos hombres tuvieran que pasar más tiempo en sus casas, incluso por haber perdido sus fuentes laborales, lograron conectar más con sus emociones”. Una de las participantes contó que tuvo a su cargo una línea de la línea expresando su frustración porque los niños no les hacían caso o porque se sentían agobiados por las actividades domésticas de mantenimiento y cuidado y se daban cuenta de su importancia” e insistió que “El hecho de que expresen su impotencia en diversos aspectos a través de una línea de contención es bastante significativo”. No faltó quien pidió “no que perder de vista que el confinamiento también ha sido una de las causas del incremento de la violencia familiar y de los feminicidios”. Y el facilitador puso acento en que “los índices de muerte en hombres no siempre son biológicos, también son sociales” y no parece casual que los índices de contagio sean mayores en hombres que en mujeres. Y otro participante complementó que “los riesgos no siempre pasan por una estructura biológica, pasan también por una estructura social, relacionada con roles y mandatos”. Hubo coincidencia respecto a que la pandemia fue un tiempo de aprendizaje para muchos hombres, pero a la vez de reconfiguración de actitudes relacionadas con los roles de género.
Para la tercera parte del taller se había programado un juego virtual, pero problemas de conectividad obligaron a copiar a mano las frases y preguntas que hacían parte del ejercicio lúdico.
Y en esa dinámica se volvió sobre el concepto de violencia. Una de las participantes la definió como “el ejercicio de poder de una persona sobre otra que es más vulnerable, que es más fácil de someter a través de la coerción, la amenaza y la intimidación. El sometimiento puede estar relacionado a factores económicos, sin embargo, muchas mujeres aunque generen dinero siguen subyugadas”. El comentario derivó en la pregunta, ¿en qué gastan los hombres y en qué gastan las mujeres? Y la respuesta no dejó dudas. Los hombres gastan en sí mismos mientras que las mujeres suelen destinar su dinero a compras para la casa.
El facilitador decidió profundizar la reflexión y preguntó si consideran que la educación machista predispone a la violencia. Los participantes asintieron, “porque la educación genera expectativas diferenciadas para el desarrollo intelectual y las habilidades de hombres y mujeres. Las mujeres son alejadas del mundo de la ciencia, la tecnología, las matemáticas, afirmando la idea de que sus capacidades y habilidades no están en esas áreas, sino en la maternidad y en las tareas de cuidado”.
Henry Roldán resaltó la importancia de la dinámica del taller porque “Es impresionante cómo vamos relacionando. Hemos empezado con una palabra, que es violencia, nos hemos metido a una estructura un poco más grande que es la del género, para relacionarla con la masculinidad y ahora estamos relacionando la educación machista y el ejercicio de ésta a través de las prácticas como la violencia”.
“El machismo de alguna manera se va reestructurando, se va reconfigurando y en esa reconfiguración, las relaciones entre hombres y mujeres no cambian” puntualizó.
Dijo que es más adecuado hablar de violencia machista que de violencia de género, puesto que los hombres actúan a partir de un privilegio y con una intención. “Si bien hombres y mujeres nos construimos bajo estructuras y modelos de ser hombre y modelos de ser mujer, existe un modelo hegemónico de masculinidad y un modelo hegemónico de feminidad. En el modelo de masculinidad se aprende como mantener los privilegios, mientras que en el modelo de feminidad se determinan las condiciones para ser buena mujer. Y “la violencia machista se sustenta en privilegios”.
Uno de los participantes retrucó y aseguró que no hay consenso sobre cómo denominar este tipo de violencia porque Unicef habla de violencia en razón de género, Naciones Unidas la denomina como violencia basada en género, el Código Niño, Niña, Adolescente habla de violencia de género, pero no se menciona el término violencia machista. Y remató diciendo que “hay muchos motivos para matar a una mujer y que es por razón de género, no por razón machista”.
El comentario provocó variadas reacciones. “Hay que entender que la violencia machista no es sólo contra las mujeres, también se da contra otros hombres” “La violencia machista es parte también de un constructo social que está dentro de nosotros, la violencia se aprende, entonces tendremos que desaprender esto que se nos ha ido inculcando” “Nos han formado en la idea de que la violencia es la forma más rápida de resolver conflictos” “La violencia machista se sustenta en la idea de superioridad del hombre respecto a la mujer”.
Segundo día de taller. Henry Roldán recapituló las reflexiones del día anterior sobre género, roles y mandatos, y sobre masculinidad hegemónica y recordó que quedó abierto el debate sobre violencia de género o violencia machista. Se formaron 3 grupos de manera aleatoria y se abrió un periodo de 15 minutos para la reflexión.
En la Sala 1, Carla, David y Reni decidieron no asumir un posicionamiento y concluyeron que ambos conceptos pueden ser usados al trabajar en la erradicación y prevención de violencias, sea contra una mujer o un hombre indistintamente. En la Sala 2, Ana María, Brandon, Humberto y Hans no llegaron a un acuerdo y se colocaron en el fiel de la balanza “tanto la violencia machista como la violencia de género se complementan”. Pero Hans concluyó que la violencia machista es más amplia porque es la mayor forma de expresión del patriarcado y se ejerce no sólo sobre las mujeres sino también sobre otros hombres; en cambio, la violencia basada en género se centra en la violencia dirigida a las mujeres. Sala 3, Carlos, Cintia, Mitzel, Sergio, declararon que no son expertos en el tema, reflexionaron sobre violencia en general y no conciliaron sus distintas percepciones.
El moderador asumió la tarea de colocar los términos en su lugar. Explicó que antes de que se hable de violencia de género se hablaba de violencia doméstica, hay un proceso evolutivo. Y para complejizar la reflexión, dijo que según el sociólogo y matemático noruego Johan Galtung, hay 3 tipos de violencia: la directa, la estructural y la cultural. La directa sería visible, pero las otras dos no. Existen cierto tipo de violencias sutiles, que son denominadas micromachismos.
Un receso previo a la segunda parte del segundo día de taller para reflexionar sobre el video “Una historia sobre el feminicidio” en trabajo grupal. Al cierre, el moderador dejó dicho que el machismo es un “conjunto de prácticas, comportamientos, creencias y dichos aprendidos que resultan ofensivos contra el género femenino” y “busca mantener el privilegio de hombres sobre otros hombres (los vistos como diferentes al modelo hegemónico masculino) y sobre todo las mujeres”.
Experiencias de intervención y atención a agresores
Javier Lobatón fue el moderador del panel donde cinco especialistas compartieron sus experiencias de intervención y atención a agresores.
La ronda se inició con Lila Carrasco y Henry Cervantes del centro Juana Azurduy de Sucre que detallaron en qué consiste su programa de intervención psicoterapéutica con hombres denunciados por violencia.
Pero antes de entrar en materia, dijeron que en el centro Juana Azurduy es una organización no gubernamental que tiene como objetivo estratégico el desmontaje del sistema patriarcal y que se plantea promover el derecho de las mujeres a vivir sin violencia. Admitieron que pasó mucho tiempo antes de asumir que no es suficiente trabajar sólo con mujeres y que es necesario trabajar con los hombres agresores desde una perspectiva feminista para deconstruir las creencias que se establecen en el patriarcado y entender la habilidad del patriarcado para ejercer nuevos métodos de coacción.
Lila Carrasco explicó que se desarrolló un paquete de intervención cuyo objetivo es “incrementar en los participantes habilidades para la prevención y manejo de comportamientos violentos, mediante el reconocimientos de signos cognitivos, físicos y emocionales que anteceden episodios de violencia contra sus parejas”. Los participantes son hombres denunciados por violencia, derivados de instancia judicial o fiscal y hombres voluntarios.
Por su parte, Henry Cervantes etalló que desde el año 2012 el centro repensó el entorno y las necesidades de los hombres denunciados por violencia, y generó un programa de intervención no solamente para que cumplan una orden judicial sino para que asuman procesos de análisis y reflexión y se entrenen en ciertas actividades.
Dijo que todo empieza con una evaluación que incluye cinco elementos: psicopatologías, personalidad, motivación al cambio, expresión de la ira y pensamientos distorsionados. Detalló que en todo el proceso se aplican procedimientos psicométricos e instrumentos específicos y que la motivación al cambio permite ver si la persona se involucrará con la terapia y, a su vez, definir los objetivos terapéuticos.
Detalló que se caracteriza a los agresores de acuerdo a tres tipologías: agresores solo en pareja (menor psicopatología, más fácil trabajar con ellos, menor frecuencia de violencia física), agresores borderline/impulsivos (trastorno de los impulsos, generalmente consumo de alcohol y otras sustancias, ejercen violencia de forma más cruda), agresores antisociales (trastorno de personalidad, mayor psicopatología asociada, conductas violentas complejas con pareja y entornos ampliados, tienen menos empatía y les cuesta medir las consecuencias de sus acciones).
Señaló que la intervención se basa en el principio de riesgo, necesidad y responsabilidad, planteado por Bonta el año 2010, que permite identificar qué elementos componen las conductas violentas y cuál implica mayor riesgo lo que determina las áreas en las que se tiene que intervenir y qué necesidades tiene la persona con la que se trabajará. La primera condición es que los hombres deben aceptar trabajar con el centro y sujetarse a estos lineamientos y, asimismo, mostrar algo de motivación y compromiso con el proceso más allá de cumplir con una orden judicial.
Por último, refirió que la intervención contempla 12 sesiones, grupales o individuales, que se pueden ampliar en caso necesario. Se busca lograr la cohesión grupal y motivar al cambio, abordar la construcción de la identidad de género, incorporar el componente de masculinidades, tomar en cuenta los factores que inciden en la violencia en pareja, identificar pensamientos distorsionados, descubrir las emociones y aprender a manejar la ira, trabajar en la comunicación y resolución de conflictos en pareja, y prevenir la recaída en comportamientos violentos.
Fue el turno de Marcos Ballesteros, que explicó que Interteam trabaja con la guía Frente a Frente, creada por el psicólogo Aritz Pérez, ex cooperante de la institución, que recogió la experiencia de España, México y Argentina, y la aplicó en grupos terapéuticos en Cochabamba. Dejó en claro que se trabajó durante 3 años, investigando, aplicando, intercambiando y debatiendo, para lograr adaptar la metodología al contexto boliviano.
Todo el trabajo se enmarca en la ley 348, que en su artículo 31 hace énfasis en la rehabilitación de agresores. Se parte de la idea de que las medidas penales son insuficientes; es necesario generar y fortalecer oportunidades de cambio y crear vínculos desde el buen trato, promoviendo la salud y la paz.
La metodología Frente a Frente es aplicable a hombres que ejercen o han ejercido violencia de género. Sólo se excluye a quienes tengan problemas psiquiátricos graves, dificultad de comprensión, situación actual de drogodependencia o alguna actitud que perjudique al resto del grupo. Cada sesión dura entre hora y media a dos. Las sesiones grupales, de 5 a 12 personas, son semanales, las individuales varían según cada caso. Las fases del proceso terapéutico incluyen entrevistas individuales, evaluación pre-grupo con base motivacional, intervención grupal e individual, evaluación post grupo, y seguimiento por al menos 6 meses.
Marcos Ballesteros destacó que la guía es un importante referente bibliográfico en el trabajo con hombres, logró posicionar la importancia del trabajo psicológico y fue retomada por varias instituciones. Entre las dificultades, dijo que hay resistencia por parte de instancias públicas a formalizar y consolidar espacios de atención a hombres y cuestionó: ¿Por qué para el Estado boliviano no es importante trabajar con este grupo poblacional que genera violencia contra las mujeres?
La exposición de CEPROSI fue también a dos manos. Ana María Vargas y Renny Vásquez se centraron en el programa “No hagas trato con el maltrato”, una propuesta de intervención con hombres que ejercen violencia en el marco de la ley 348.
Explicaron que el objetivo general es “reeducar a los agresores para que detengan el ejercicio de su violencia contra las mujeres en ámbitos institucionales, comunitarios, familiares y personales, con el fin de que participen plenamente en la vida social y privada”. Para ello se adentran a identificar los motivos que conducen a ejercer violencia, promueven el desarrollo de habilidades que permitan evitar la violencia y asumir la responsabilidad del ejercicio de la violencia por parte de los agresores y, asimismo, desarrollar habilidades de autocuidado.
Ana María Vargas dijo que para CEPROSI no fue fácil empezar este trabajo hasta que se asumió un enfoque sistémico que toma en cuenta el macrosistema (asuntos estructurales como el machismo, la violencia contra las mujeres y los derechos humanos de las mujeres), el exosistema (violencia institucional, masculinidad, violencia en la familia y trabajo doméstico) y el microsistema (los ámbitos personal y relacional).
Renny Vásquez dejó en claro que se toman todos los cuidados para garantizar un trabajo de calidad. Los y las facilitadoras deben capacitarse antes de dirigir un taller y tomar en cuenta el tiempo que tomará el programa. No se trata de cuántas sesiones se realicen sino que se cumplan los objetivos de la terapia psicológica para la rehabilitación de los agresores. La violencia no es justificable, pero sin embargo debe primar la empatía, los terapeutas no son policías ni jueces, sino que están para escuchar y analizar su situación, para poder afrontarla. Se garantiza la confidencialidad para afirmar la confianza y reducir la tensión ante el terapeuta.
El trabajo grupal se realiza en cuatro módulos: 1) Construcción de la masculinidad, 2) Masculinidad y violencia de género, 3) Violencia de género y derechos humanos y 4) Estrategias para el cambio. Se espera que como resultado adquieran la competencia para analizar críticamente la relación entre la masculinidad hegemónica, el poder y la violencia contra las mujeres, a partir de sus propias experiencias y en el marco de los derechos humanos, para asumir compromisos en la prevención de la violencia de género.
Ana María, subrayó que es importante que tanto agresores como terapeutas se comprometan con la terapia, que no se sientan obligados. “Lo que se espera es enfocarnos en los avances y resultados reales y promover modelos masculinos positivos, vidas dignas y honradas”. Renny complementó que las intervenciones grupales en las terapias psicológicas constituyen un complemento terapéutico muy importante porque permite que los hombres puedan expresar mejor sus emociones.
Admitió que los tratamientos a los agresores han sido cuestionados permanentemente, porque se asume que las personas maltratadoras no se suelen reconocer como responsables de la violencia ejercida, pero también porque se considera que la intervención en sí misma no es eficaz. Dijo que por ello los programas deben ser evaluados, para mejorarlos y perfeccionarlos en función de criterios de calidad: a) estar incluidos en la red asistencial, b) asegurar una alta capacitación y formación de los profesionales, c) la duración del tratamiento debe estar determinada por los objetivos propuestos, d) contar con tratamientos específicos que incluyan trabajo individual y de grupo, y e) estar sujetos a evaluación integral y continua.
Javier Lobatón resumió lo más importante de las exposiciones y, luego, lanzó una pregunta a los y las expositores: Según sus experiencias ¿qué debemos enfocar en prevención con hombres?
Henry fue el primero en responder y dijo que “al trabajar con hombres nos cuestionamos junto a ellos lo que ha pasado en su historia personal para llegar a una situación de violencia, generalmente las respuestas van asociadas a la infancia, por lo que abordar la socialización de género, el proceso de construcción como hombres es sumamente importante y en ese aspecto tendría que enfocarse la prevención”.
Lila reconoció que la prevención es una tarea pendiente y que “las cifras muestran que todavía un 35% de la población naturaliza aún la violencia y además apoyamos las conductas agresivas”.
Marcos puso énfasis en la necesidad de trabajar el tema del respeto al diferente. “Se tiene que ver que somos singulares, pero cada uno tiene una manera de sentir y de estar, y no por ser diferente no tiene que ser aceptado. Creo que ayudaría mucho trabajar en el tema de distorsiones cognitivas”.
En criterio de Ana María “hay que introducir los temas de los roles de género y del autocuidado desde la niñez y adolescencia”.
Estrategias Comunicacionales y Educativas para la Prevención de la violencia Machista
Marcelo Ponce, coordinador de la red de Prevención y Atención de las Violencias (PAVs), fue el encargado de moderar el taller en el que cinco especialistas compartieron diferentes estrategias educativas y de comunicación para prevenir la violencia machista. Como siempre, Jimmy Tellería, estaba de anfitrión, atento a todos los detalles.
Antes de entrar en materia, Sandy Maldonado, abogada y activista por los derechos, reconoció que no fue fácil consolidar la red PAVs de El Alto que, a día de hoy, está conformada por más de 30 instituciones públicas y privadas y también por organizaciones de base. Para llegar a ese punto, se enfrentaron muchos retos y resistencias. El proceso exigió generar alianzas institucionales, definir de a poco el ámbito y las perspectivas de trabajo. Finalmente se optó por el enfoque de masculinidades.
Al mirar atrás, recordó que el primer reto fue trabajar con hombres en tiempos en que sólo había presupuesto para trabajar con mujeres. Los cambios de gobierno fueron otro problema, porque la política pública no tiene proyección estratégica y depende de quienes ocupen los puestos en la administración estatal. Y, por si fuera poco, había que también lidiar con la tendencia al protagonismo y las agendas institucionales.
Pero una vez que logró consolidar alianzas, la red logró llevar a cabo el proyecto “Vidas libres de violencia” desde la perspectiva de masculinidades en diferentes centros de reintegración, de orientación y de acogida dijo la experimentada abogada.
A partir de talleres y otras actividades se pretende explicar el modelo masculino hegemónico y sus implicancias y lograr que los participantes cuestionen la construcción social de género y se encaminen en la práctica de roles de género adecuados y positivos. Se espera aportar con esto a la prevención de la violencia y a la equidad de género. Los grupos de masculinidades formados gracias al proyecto y las alianzas han demostrado muy buenos resultados, aseguró.
Luego de esa rápida mirada a la experiencia de El Alto, Germán Siles, licenciado en Educación, y Aldo Zeballos, psicólogo clínico, explicaron el trabajo con hombres que ejercen violencia que desarrolla la fundación Hombres de Paz en Cochabamba.
Lo ya dicho. Todo empezó luego de constatar que todos los recursos estaban destinados a la atención de mujeres en situación de violencia, y el resultado siempre el mismo: primero la conciliación y, luego, la reincidencia de los hombres en el ejercicio de la violencia.
En 2014, la fundación decidió hacer un giro y empezó a formarse en masculinidades, con CISTAC, e inició el trabajo con hombres. Impulsó diferentes proyectos y, de tanto ensayar una y otra manera de acercarse a la población masculina, promovió alianzas con los dirigentes de diferentes distritos para que ayuden a hacer talleres y actividades de prevención en sus propias comunidades. Así se formaron redes de hombres a las que se denominó Brigadas Masculinas. Tres años más tarde, en 2017, se implementó el centro terapéutico para hombres que ejercen violencia, hombres que buscaban ayuda y no tenían dónde acudir, recordó Germán Siles. Una alternativa para reducir la reincidencia de hombres que han ejercido prácticas violentas.
Las acciones se enmarcaron en la ley 348, en el artículo 31 referido a la rehabilitación de agresores, y en el artículo 35, sobre medidas de protección, y por el que los jueces deben ordenar al agresor que reciba terapia en un centro de rehabilitación.
EL desafío, dijo Siles, es “aumentar las seguridad y el bienestar de las familias de Cochabamba y disminuir los índices de violencia y feminicidios. Se espera que los hombres puedan rehacer sus vidas generando ambientes libres de violencia”. Si no se trabaja con los hombres que han ejercido violencia, lo más probable es que vuelvan a reincidir, puntualizó.
La población con la que trabajan son hombres con problemas de relación conyugal, que acuden voluntariamente, que son derivados por la fiscalía o los juzgados y hombres privados de libertad por delitos de violencia familiar.
Aldo Zeballos, por su parte, detalló que la fundación “brinda desde hace ya 3 años una atención psicológica para hombres que ejercen violencia o han ejercido violencia contra su pareja o ex pareja”. Se les llama “hombres que ejercen violencia” después de un largo debate sobre la importancia de cómo nombrar algo y cómo eso incide en la representación que se hace uno mismo al respecto. Con esta forma de nombrarlo se resalta que la condición está desligada del ser, y que hay una persona detrás de todo.
El trabajo tuvo varios momentos. Primero, se acudió a una guía metodológica armada en Cochabamba, explicó Zeballos, la guía Frente a Frente de la ONG Interteam , fruto de una experiencia previa de trabajo con hombres. Luego, se hizo una experiencia de supervisión con psicólogo clínico que permitió avanzar en la parte clínica que no estaba incluida en la guía. Zeballos explicó que todo el trabajo con hombres se plantea en algún punto la opción del cambio, pero el primer paso para eso es el reconocimiento de que hay un problema. Como muchos hombres no ven un problema en sus actitudes violentas, que hay que trabajar para que lo reconozcan.
Actualmente se han incorporado más psicólogos y no hay una sola línea teórica, hay quienes siguen apuntando a la clínica psicoanalítica como Aldo Zeballos que explicó que para que una terapia pueda ser considerada clínica, el paciente y el psicólogo entran sin prejuicios y sin ideologías, tiene que haber libertad para hablar de cualquier tema, siempre en equilibrio con las políticas institucionales. El objetivo es brindar alternativas viables ante la violencia de género. Los dos dispositivos que usan son: los encuentros grupales y el tratamiento individual.
Dejó en claro que mejorar la seguridad y el bienestar de las familias es lo más importante por ello los hombres que llegan a los grupos trabajan en su relación familiar. Y detalló que en el trabajo se dieron cuenta que no es fácil definir la violencia, porque la gente tiene representaciones propias que a veces no coinciden con el consenso social. Entonces, hay que trabajar en esas representaciones para provocar el cambio.
“Los encuentros grupales son un dispositivo de encuentro colectivo con una misma nominación legal o social, hombre que ejerce violencia, y un psicólogo con quien la persona pueda reflexionar de manera formal con otros sus dificultades y problemas de relacionamiento y decir sobre sus creencias y sus actos violentos” dijo, y recordó que los problemas de relacionamiento son universales, algunas veces eso conduce a la violencia, pero hay otras maneras de resolverlos. Cada sujeto tiene que encontrar su propio camino y jugar con las cartas que le han tocado.
De la mano de Santi Santiesteban el panel se transportó a Tarija para conocer el trabajo de Angiru, una organización que promueve el ejercicio de los derechos de la juventud, la igualdad de género, la acción climática y la cultura, que adoptó el nombre de la unión de dos palabras guaraní: anga que significa alma e iru que significa compañero o compañera. Angiru, “compañeros/as del alma”.
Explicó que eligieron el trabajo de masculinidades como un medio para involucrar a hombres y mujeres en la igualdad de género. Adecuaron los modelos “Solo para machos” y “Hombres de edu-entretenimiento”, producidos por CISTAC, a los contextos tanto urbanos como rurales donde desarrollan sus actividades. Combinan sociodramas, danza y canto para acercarse a las realidades desde las emociones lo que permita romper la barrera del miedo y el prejuicio, ponerse en el lugar del otro o de la otra y saber cómo se sienten cuando se habla de temas como la violencia, las relaciones de poder, las desigualdades, etc.
“El objetivo es formar espacios de reflexión e interaprendizaje desde las vivencias personales y de grupo para cuestionar actitudes, prácticas, comportamientos y mandatos de género machistas, para promover cambios en las relaciones entre hombres y mujeres, para que los hombres seamos más humanos con nosotros mismos pero también con nuestro entorno”, dijo.
Santi Santiesteban es economista y técnico superior en estadística, lo que posiblemente influya en la forma como Angiru inicia su trabajo. Generalmente con un video y, luego, con datos estadísticos e infografías sobre la realidad. En seguida, preguntas para la reflexión, aclaración de conceptos básicos, para culminar con propuestas de acción y cambio.
“La pandemia nos ha hecho más creativos”, dijo y detalló varios concursos. Uno de dibujos para promover el involucramiento de jóvenes, otro de mensajes positivos para promover los derechos sexuales y reproductivos y prevenir los embarazos adolescentes. También se recurrió al uso de materiales audiovisuales difundidos a través de las redes sociales. Mostró algunos ejemplos de lo descrito e insistió que lo importante es recoger la voz de las y los jóvenes para generar sensibilidad o llamar la atención sobre ciertos temas, a partir de su propia experiencia.
También llevan a cabo actividades públicas, en las calles. En el bazar de derechos sexuales y derechos reproductivos junto a centros de salud, se recuperan juegos antiguos para enseñar sobre temáticas diversas: los mitos del amor romántico, prevención de la violencia y otros. También se organizan talleres virtuales para interpelar la violencia machista con jóvenes de barrio, gremiales, universidades, colegios, premilitares.
Y para no andar a tientas, se realizó un estudio sobre juventudes, masculinidades y violencia, para conocer las percepciones respecto a prácticas, actitudes y comportamientos que promueven o rechazan la violencia de género.
Y en La Paz, Henry Roldán habló de los más de 30 años de CISTAC, pionera en el trabajo de masculinidades y de incidencia en las estrategias para la prevención de la violencia, los derechos sexuales y reproductivos, salud y otros, para lo que desarrolló cuatro líneas de acción: investigación, formación, difusión y promoción, e incidencia política.
Resumir más de 30 años fue una tarea difícil, por ello se concentró en destacar la estrategia de acción que se basa en metodologías interactivas, advocay participativo y edu entretenimiento.
Explicó que las metodologías interactivas se basan en las nociones de la educación popular que busca que la experiencia de aprendizaje sea un proceso participativo y transformador. El advocacy participativo es una estrategia articuladora de relaciones equitativas entre pares y causas colectivas, y en la generación de alianzas para la promoción de causas y la conquista de derechos en proceso de co-activismo y solidaridad. El edu-entretenimiento es una estrategia de comunicación para el cambio social, cuyo objetivo es la movilización de la comunidad en relación a un mensaje específico.
Entre los materiales desarrollados por CISTAC, destacó “Solo para machos” que incluye una teleserie de 13 capítulos que muestran las prácticas de violencia. Además de otros productos que abordan desde el machismo hasta los derechos sexuales, también mencionó las series radiales que permitieron ampliar el ámbito de influencia geográfica en todo el país. Dijo que otro producto digno de destacar es “Hombres”, una teleserie de 15 capítulos que muestra prácticas machistas y la violencia ejercida por hombres. Y en el recuento mencionó otros materiales temáticos sobre paternidades, salud, prevención de la trata y tráfico con fines de explotación sexual y laboral, entre otros.
Henry Roldán, aprovechó para anunciar “A jugar”, el material que esperan promocionar este 2021 para trabajar con niños de 3 a 7 años, para promover la cultura de los cuidados. Una nueva estrategia que, sin duda, representa un gran desafío. Para cerrar su exposición, mostró un poco de “Sólo para machos” y un adelanto de “A jugar”.
Las exposiciones generaron mucha expectativa sobre la red PAVs por lo que se compartió el número de celular 70521837 para quienes deseen integrarse a sola condición de “tener disposición para trabajar”.
Wilzon Santiesteban
De profesión economista y técnico superior en estadística, gran parte de su experiencia laboral esta en el trabajo social junto a ONGs feministas en el sur de Bolivia, cuenta con experiencia desde el Trabajo en masculinidades, actualmente es coordinador general del colectivo Angirü y es coordinador del Consorcio Boliviano Cuerpo Ciudadanía de Tarija, y coordinador regional del grupo de trabajo de cambio climático y justicia de Tarija.
Sandy Maldonado
Abogada, activista por los Derechos Humanos, miembro de la Red PAVs, con especialización en Atención y seguimiento de casos de violencia sexual en infantes, niñas, niños y adolescentes. Fue abogada de la defensoría de la Niñez y Adolescencia del Gobierno Autónomo Municipal de El Alto (GAMEA).